🔴Sueños de Libertad ¡DIGNA DESESPERADA! AVANCE CAPÍT 392

Eres un cobarde. Suéltame. Mientras siga con vida, siempre tendrás un lugar al que volver. Ese lugar soy yo.

El episodio arranca con una de las confrontaciones más duras y desgarradoras vistas hasta ahora entre Pedro y Digna, con la sombra de Damián flotando entre ambos. La tensión se palpa desde el primer segundo: un intercambio de reproches, culpas y heridas abiertas que dejan claro que el matrimonio está al borde del colapso, no solo por los problemas personales sino también por la lucha de poder en torno a la empresa familiar.

Todo comienza cuando Pedro, fuera de sí, encara a Digna con una mezcla de celos y sospechas. Le reprocha que haya ido a ver a Julia sin decírselo, insinuando que no fue solo una visita familiar, sino un encuentro cargado de segundas intenciones. Digna, con calma pero visiblemente dolida, responde que no tiene por qué darle explicaciones sobre con quién se reúne y que únicamente fue a ver a su nieta. Sin embargo, Pedro no lo acepta y, cegado por la desconfianza, la acusa de haberse refugiado en los brazos de Damián a sus espaldas.

El reproche se torna todavía más cruel cuando Pedro, con un tono hiriente, le recuerda que aunque ella lo niegue, siempre ha sentido algo por Damián. La acusa directamente de estar esperando a que él muera para volver con su antiguo amor. Digna, entre lágrimas, le suplica que no hable así y le pide que la suelte, porque en ese momento Pedro la agarra con fuerza, incapaz de contener los celos y la frustración. Ella lo enfrenta con valentía: “Eres un cobarde. Suéltame ya”. La violencia implícita en el gesto de Pedro se convierte en el punto más doloroso de la discusión.

Pedro, descontrolado, insiste en que siempre la amó con locura, que la trató como a una reina y que le entregó todo lo que tenía. Le duele hasta lo más profundo que ahora lo desprecie y, sobre todo, que pueda perdonar a Damián, pero no a él. “¿Por qué puedes olvidar lo suyo y no lo mío?”, pregunta con desesperación. Digna, firme pese al miedo, responde con una frase demoledora: “Porque él nunca me habría amenazado como tú lo hiciste”.

Estas palabras caen sobre Pedro como un balde de agua helada. Por un instante parece consciente del daño que ha causado, pero su orgullo no le permite dar el brazo a torcer. Se disculpa torpemente, casi rezándole a Dios por su comportamiento, pero la herida ya está abierta y es imposible cerrarla con palabras vacías. Digna, rota pero digna, lo mira con desprecio y reafirma que el mayor error de su vida fue haberlo dejado entrar en su familia.

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La discusión entre ambos no solo revela la fractura sentimental, sino que también se mezcla con la lucha de poder en la empresa. Pedro acusa a Damián de estar conspirando para apartarlo de la dirección, insinuando que finge preocupación por su salud para quedarse con el control. Damián, en escenas paralelas, se muestra frío y calculador. Aunque mantiene una fachada de calma, deja entrever que efectivamente ve a Pedro como un obstáculo cada vez más debilitado.

Cuando Pedro le recrimina a Damián por insinuar que debería dejar el cargo, este le responde que no lo dice por ambición personal, sino porque la empresa necesita un líder fuerte y estable. La perfumería Reina está atravesando un momento crítico y no puede permitirse un director enfermo y vulnerable. Damián llega incluso a sugerir que lo más honorable sería que Pedro renunciara antes de que su decadencia sea evidente para todos. Estas palabras, cargadas de ironía, hieren profundamente el orgullo de Pedro, que estalla furioso.

El enfrentamiento se convierte en un duelo verbal en el que ambos se acusan mutuamente: Pedro defiende que sigue siendo su despacho, su empresa y su legado, mientras Damián le recuerda que la responsabilidad está por encima del ego. La tensión alcanza su clímax cuando Damián lanza una amenaza velada: si Pedro no da un paso al costado por voluntad propia, no dudará en apartarlo, aunque eso suponga una humillación pública. La frase final de Damián resuena como un presagio: “Tal vez no sea hoy, pero pronto llegará el momento”.

La mezcla de celos, enfermedad, traiciones y luchas de poder convierte esta secuencia en un auténtico punto de quiebre para la historia. Pedro, debilitado por sus problemas de salud y cegado por la inseguridad, se enfrenta a un enemigo que no solo amenaza con quitarle el control de la empresa, sino también con arrebatarle el cariño de quienes más quiere. Digna, atrapada entre el amor del pasado y la desilusión del presente, deja ver que su paciencia se ha agotado y que ya no está dispuesta a cargar con las culpas ni a callar las humillaciones.

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Este episodio retrata, con crudeza, cómo las heridas emocionales y los secretos no resueltos pueden convertirse en armas letales dentro de una familia. La rabia de Pedro lo empuja a cometer errores irreparables, su desconfianza lo aísla y lo deja cada vez más vulnerable, mientras que Damián, con su ambición contenida, se muestra dispuesto a ocupar el lugar que el patriarca ya no puede sostener.

El espectador queda atrapado entre la tensión emocional y el drama empresarial: el amor que se convierte en odio, los reproches que se transforman en armas, y el temor constante de que lo que se derrumba en la intimidad termine arrastrando también a la compañía familiar. Este enfrentamiento no es un simple episodio más, sino el inicio de un conflicto que promete crecer hasta límites insospechados.

El capítulo concluye con Pedro, derrotado por la mezcla de ira y cansancio, quedándose solo en su despacho, un hombre que se sabe rodeado de enemigos y traicionado por la persona que más amó. Mientras tanto, Damián se retira con la seguridad de que el tiempo juega a su favor y que cada día que pasa acerca más la caída del patriarca. Y Digna, entre lágrimas, comprende que su matrimonio ya no tiene salvación, y que aferrarse a Pedro solo la hundirá más en un laberinto de dolor y miedo.

La frase de Digna, “Eres un cobarde, suéltame ya”, queda resonando como eco de una verdad imposible de ocultar: Pedro ha cruzado una línea de la que no hay retorno.