Tasio recibe la peor noticia: su madre ha fallecido en un accidente de tráfico – Sueños de Libertad

Hombre, dichos son los ojos

La historia arranca con una tensión palpable. Alguien intenta localizar sin descanso a Tasio, llamándole primero a su casa y luego insistentemente a su despacho, pero sin obtener respuesta alguna. La preocupación empieza a hacerse evidente, y cuando Claudia por fin aparece, la presión sobre ella es inmediata: don Pedro quiere saber qué ocurre y no deja de insistir. Claudia, entre confundida y nerviosa, no encuentra palabras, pero la atmósfera se enrarece cuando Carmen se acerca con gesto desencajado. Ella percibe que algo grave ha pasado, y pronto se revela lo que nadie esperaba: Tasio está desaparecido, y la incertidumbre envuelve a todos.

La tensión alcanza un punto álgido cuando Carmen, con una mezcla de miedo y dolor en la voz, revela la noticia más devastadora: la madre de Tasio ha fallecido. Claudia, consternada, apenas puede reaccionar. Con lágrimas contenidas, Carmen explica que todo sucedió la tarde anterior, en un autobús que regresaba al pueblo. El vehículo se estrelló en una curva peligrosa, y el accidente se saldó con numerosos fallecidos. El golpe emocional es brutal; nadie logra asimilarlo del todo. Claudia, en estado de shock, pregunta qué ocurrió realmente, mientras Carmen, intentando mantener la calma, narra cómo los heridos y los cuerpos llegaban uno tras otro al hospital en una noche interminable y dolorosa.

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En medio de ese ambiente sombrío, Tasio, aunque agradece con frialdad las muestras de apoyo, parece sumido en un mutismo extraño. “Gracias, mi vida”, murmura apenas, aceptando una pastilla para descansar, aunque deja claro que no piensa apartarse de sus responsabilidades. Carmen insiste en que debe cuidarse, que lo mejor sería volver a casa y descansar un poco, pero Tasio se niega con obstinación: tiene demasiadas cosas en mente como para permitirse una pausa. Claudia y Carmen intentan convencerlo, pero él mantiene esa fachada de dureza que siempre adopta cuando el dolor lo golpea de frente.

Mientras tanto, la tragedia continúa desarrollándose en el hospital. Carmen cuenta entre sollozos que durante la noche los pasillos se llenaron de gritos, de lamentos y de incertidumbre. Cada vez que una camilla llegaba, todos contenían la respiración. El destino de doña Ángela, la madre de Tasio, permanecía incierto, hasta que finalmente su cuerpo fue identificado entre los últimos rescatados. La confirmación de su muerte es un mazazo definitivo para la familia y para todos los que la conocían. Carmen, aún incrédula, describe la escena con tristeza: “Fue de las últimas en aparecer”.

La magnitud de la catástrofe es tan grande que todavía hay confusión. Se siguen recuperando cuerpos del barranco en el que cayó el autobús, y aunque oficialmente no hay esperanza, los equipos de rescate continúan trabajando entre los escombros. Los rumores dicen que ya no quedarán supervivientes, lo que aumenta la sensación de fatalidad. Claudia, horrorizada, apenas puede imaginar por lo que Tasio y Carmen están pasando. El dolor compartido los une, pero al mismo tiempo cada uno lo enfrenta de manera distinta.

Tasio, fiel a su carácter, aparenta frialdad. Se muestra entero por fuera, aunque todos saben que por dentro está destrozado. Carmen reconoce que esa es su forma de reaccionar, igual que lo hizo en otras ocasiones dolorosas de su vida. Claudia escucha con atención, sin juzgar, comprendiendo que cada uno lidia con la pena como puede. Sin embargo, un desliz en la conversación hace que Carmen, sin querer, mencione un recuerdo oscuro del pasado: “igual que cuando mate…”. De inmediato se disculpa, arrepentida por sacar un tema tan sensible en ese momento. Claudia, con serenidad, le resta importancia y le pide que no se culpe, que lo mejor es descansar un poco y cuidar las fuerzas.

Pero Carmen, cabezota y llena de nervios, insiste en que no puede abandonar la tienda ni dejar solo a Tasio. Claudia, con suavidad, le ofrece una solución: que al menos se tumbe en su habitación y repose en su cama un rato, así estaría cerca de Tasio y podría reponerse sin sentirse inútil. Carmen finalmente accede, agradecida por la comprensión, aunque antes de aceptar decide ir a casa de los señores para informarles de lo sucedido. Ella siente que es su deber compartir la noticia con la dirección y asegurarse de que todos sepan lo que ha ocurrido. Claudia, por su parte, promete encargarse de la tienda y de todo lo que haga falta.

El ambiente sigue siendo de desolación. El dolor de la pérdida se mezcla con la sensación de impotencia frente a una tragedia tan grande. Carmen, agotada, reconoce que no puede más: la imagen de los cuerpos llegando al hospital la persigue sin tregua. Claudia, aunque también afectada, asume el rol de sostén, ofreciendo calma y apoyo. Ambas mujeres se funden en un silencio cargado de emociones, sabiendo que en los próximos días tendrán que enfrentar un duelo muy duro.

La conversación entre ellas muestra, más allá de la tragedia, la unión que surge en medio de la desgracia. Carmen, con su corazón desgarrado, no quiere separarse de Tasio ni un instante, temiendo que su aparente fortaleza se rompa de repente. Claudia, consciente de la fragilidad de todos, insiste en que deben apoyarse mutuamente. En esa complicidad silenciosa se abre paso una idea: la vida continúa, aunque marcada para siempre por la tragedia.

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La noche que pasaron en el hospital quedará grabada en su memoria. El desfile de heridos, las familias buscando a los suyos, los gritos desgarradores cuando se confirmaban las muertes, todo eso ha dejado cicatrices imposibles de borrar. Carmen todavía tiembla al recordarlo, pero al mismo tiempo sabe que debe recomponerse para ayudar a los demás. Claudia le recuerda que no está sola, que siempre podrán contar la una con la otra, y que lo más importante ahora es cuidar de Tasio, aunque él insista en aparentar que no necesita a nadie.

La escena se cierra con un aire de resignación y tristeza. Claudia acompaña a Carmen, animándola a descansar al menos un poco. Tasio, aunque en silencio, observa desde la distancia, cargando sobre sus hombros un dolor inmenso que aún no ha comenzado a procesar. La tragedia del accidente ha dejado una huella imborrable, y lo que antes parecía una vida cotidiana ahora está marcado por la pérdida y la desolación. Los tres, cada uno a su manera, deberán enfrentar un duelo que promete ser largo y doloroso, mientras la sombra de lo ocurrido se cierne sobre el pueblo entero.