Sueños de Libertad Capítulo 425 Completo Audio Español
En los próximos capítulos, la historia de los De la Reina alcanza un punto de no retorno. La trama comienza con una reunión aparentemente trivial entre socios, donde se discute una propuesta arriesgada: vender el 51% de las acciones de la empresa para salvarla del colapso. Damián intenta mantener la calma, pero en el fondo sabe que ese movimiento puede marcar el principio del fin. Mientras tanto, María, inquieta por la cercanía entre Gabriel y los nuevos inversores, teme que se esté atando demasiado rápido a un hombre que apenas conoce. Su preocupación es doble: por la empresa… y por el corazón. Porque, aunque todos fingen lo contrario, nadie cree que María haya olvidado del todo a Andrés.
Las conversaciones sobre contratos y participaciones se entrelazan con tensiones emocionales. Damián y sus socios debaten si vale la pena sacrificar tanto por mantener el legado familiar. Cada palabra pesa como una piedra, y las dudas crecen cuando llegan informes preocupantes: el muro de la sala de calderas presenta grietas graves y amenaza con derrumbarse. Una metáfora perfecta del estado real de la familia: un edificio que parece sólido, pero cuyas bases se resquebrajan en silencio.
Pero todo cambia cuando Andrés, aún convaleciente, se adentra en el viejo archivo familiar. Nadie había cruzado esa puerta desde la desaparición de Luis. El polvo cubre cada superficie, y la luz del atardecer atraviesa las cortinas rotas, iluminando el aire espeso. En un rincón, un cofre metálico espera, oxidado y silencioso. Andrés abre el candado y descubre un tesoro oculto: más de veinte cartas, todas dirigidas a un nombre conocido: Jesús de la Reina. La sorpresa llega al notar la caligrafía: son de doña Matilde, la primera esposa de Jesús, la mujer que desapareció misteriosamente en el incendio de 1953.
Temblando, Andrés lee la primera carta. Las palabras parecen venir del más allá: “Jesús, no puedo seguir callando. El hombre de París no quiere solo la empresa, quiere nuestra sangre.” Esa última frase lo deja sin aliento. Al revisar las demás cartas, un nombre se repite una y otra vez: Henry Brosart, fundador de Floral, la empresa rival. En una carta casi destruida por el fuego, Matilde confiesa: “Si algún día nuestros descendientes leen esto, sabrán que los De la Reina no solo llevan perfume en las venas, sino también la sangre de Floral.”
El impacto es devastador. Andrés comprende que toda la rivalidad entre ambas familias podría haber sido una gran mentira. El odio, las traiciones y las guerras empresariales no fueron más que una herencia de un secreto oculto durante décadas. En ese momento, Damián, en su despacho, sostiene una fotografía antigua: dos hombres jóvenes en trajes de los años 50, Jesús de la Reina y Henry Brosart, juntos. El rostro de Henry está chamuscado, pero se distingue una mirada familiar. Damián murmura para sí: “Jamás debiste saberlo, hijo.”
Entre sus manos guarda un viejo cuaderno de cuero, una confesión escrita por su padre. En 1952, cuando la empresa estuvo al borde del colapso, Jesús se asoció con Henry Brosart, pero el acuerdo fue más allá del dinero: Henry tuvo un hijo con Matilde, un niño que fue ocultado… y criado con otro apellido. Damián cierra los ojos. Si ese secreto saliera a la luz, el apellido De la Reina se desmoronaría. Pero Andrés, ignorante del peligro que supone la verdad, sigue escarbando.
Esa noche, busca a Begoña. “Encontré las cartas de Matilde —dice con voz temblorosa—. Creo que Brosart no era solo un enemigo. Podría haber sido… un familiar.” Ella lo mira con sorpresa y miedo. “¿Se lo dirás a Damián?” Él niega. “Aún no, necesito pruebas.” Begoña lo anima a seguir buscando: “Busca en Floral. Henry guardaba copias de todo.” Sin saberlo, Damián escucha la conversación desde la oscuridad. Su rostro se llena de angustia. “Hijo… estás cavando la tumba de esta familia.”
Desesperado, abre un cajón oculto y saca un sobre sellado: “Análisis genético confidencial. Andrés de la Reina / Henry Brosart. 1981.” Sus manos tiemblan. “Perdóname, hijo.” murmura entre lágrimas. La cámara se aleja y muestra un retrato antiguo de Jesús, Matilde y Henry… con un niño de mirada intensa idénti
co a Andrés.
La verdad continúa desenterrándose. Begoña enfrenta a Damián en su despacho: “Usted lo sabía desde hace años, ¿verdad?” Él no lo niega. “Sí, lo sabía. Pero hay verdades que deben morir con nosotros.” Ella responde firme: “No, señor. Lo que destruye no es la verdad, es el silencio.” Damián golpea la mesa: “¡Tú no sabes lo que tuve que sacrificar para proteger esta familia!” La vela se apaga. Oscuridad. Solo el sonido de su respiración.
Mientras tanto, Andrés llega al antiguo laboratorio de Floral. En la pared, medio borrada por el tiempo, una placa reza: “Laboratoire Brosart de la Reina. 1952.” Todo encaja. Entre los escombros, encuentra un magnetófono aún funcional. Una voz suena entre interferencias: la de Henry Brosart. “Si alguien escucha esto algún día, que sepa que lo hicimos por amor, por un amor que no