Sueños de Libertad Capítulo 423 (¡Andrés despierta!Gabriel y María traicionan,la familia se rompe)
su cuerpo inmóvil y conectado a múltiples monitores. La luz tenue apenas ilumina su rostro, que refleja la fragilidad de su situación. La familia De la Reina se encuentra en la sala de espera, cada uno lidiando con la angustia de la incertidumbre. La atmósfera está cargada de tensión, y el silencio es interrumpido solo por el sonido del reloj, que parece marcar el tiempo de manera cruel.
La espera angustiosa
Doña Isabel, la matriarca de la familia, camina de un lado a otro, sus manos entrelazadas en un gesto de nerviosismo. “¿Por qué no despierta? Necesitamos que regrese a nosotros”, murmura, su voz quebrándose. Gabriel, su hijo menor, se sienta en un rincón, con la mirada perdida. La culpa lo consume, pero no puede permitir que su madre lo vea débil. “Él es fuerte. Va a salir de esto”, dice, tratando de convencerse a sí mismo.

María, la novia de Andrés, se encuentra en una esquina, su rostro pálido y lleno de preocupación. Sin embargo, en su interior, un conflicto emocional la atormenta. “¿Qué pasará si no despierta? ¿Y si todo lo que hemos construido se desmorona?”, piensa, sintiendo que la presión la aplasta. La relación entre ellos ha sido complicada, llena de altibajos, y ahora, en este momento crítico, se siente más perdida que nunca.
La traición se cierne
Mientras la familia espera, Gabriel recibe un mensaje en su teléfono. Al leerlo, su expresión cambia. “¿Qué sucede, Gabriel?”, pregunta María, notando su inquietud. “Nada, solo un mensaje de trabajo”, responde él, pero su tono es evasivo. La verdad es que ha estado en contacto con una persona que podría cambiarlo todo, alguien que le ha ofrecido una oportunidad que podría salvar su futuro, pero a un alto precio.
María, sintiendo que algo no está bien, decide confrontarlo. “Gabriel, ¿estás seguro de que todo está bien? Pareces distante”, dice, su preocupación evidente. Gabriel, sintiendo la presión, responde: “Solo necesito pensar en lo que viene. No puedo quedarme estancado aquí”. Sus palabras resuenan en el aire, llenas de un significado oculto que María no logra captar.
El despertar de Andrés
De repente, un sonido de sirenas interrumpe el silencio del hospital. Los médicos entran en la habitación de Andrés, y la familia se siente inquieta. “¿Qué está pasando?”, pregunta doña Isabel, su voz llena de ansiedad. Un médico sale de la habitación, su rostro serio. “Andrés ha comenzado a mostrar signos de actividad cerebral. Necesitamos que todos se preparen”, informa, y la esperanza renace en los corazones de la familia.
Mientras tanto, Gabriel se retira a un rincón, su mente agitada. “¿Y si despierta y se entera de lo que estoy planeando? No puedo dejar que eso suceda”, piensa, sintiendo que su traición lo consume. Su ambición lo ha llevado a considerar alianzas peligrosas, y ahora se enfrenta a una decisión que podría romper la familia para siempre.
La revelación dolorosa
En la habitación, Andrés comienza a abrir los ojos lentamente. La luz lo hiere, y parpadea varias veces antes de enfocarse en el rostro de su madre. “Mamá”, murmura, su voz apenas un susurro. Doña Isabel se lanza a su lado, las lágrimas corriendo por su rostro. “¡Andrés, estás aquí! Te hemos estado esperando”, dice, su corazón rebosante de alivio.
María entra a la habitación justo en ese momento, y su mirada se encuentra con la de Andrés. “Estaba tan asustada”, dice, acercándose a su lado. “No te preocupes, estoy aquí”, responde él, sintiendo que la conexión entre ellos se fortalece. Sin embargo, en el fondo de su corazón, María sabe que hay algo que no está bien. La culpa la acecha, y la traición de Gabriel comienza a pesarle.
La confrontación
Más tarde, cuando Andrés se estabiliza, la familia se reúne en la sala de espera. Gabriel, sintiendo que el momento ha llegado, decide hablar. “Andrés, hay algo que necesito contarte”, dice, su voz temblando. La tensión en la sala se vuelve palpable. “¿Qué sucede, Gabriel?”, pregunta Andrés, su mirada fija en su hermano.
“Es sobre María”, comienza Gabriel, sintiendo que el aire se vuelve denso. “Ella y yo… hemos estado hablando”, confiesa, y el silencio que sigue es ensordecedor. María, horrorizada, siente que el suelo se abre bajo sus pies. “¿Qué estás diciendo?”, pregunta, su voz llena de incredulidad. “No es lo que piensas. Gabriel, no puedes hacer esto”, intenta defenderse, pero la mirada de Andrés la atraviesa.
“¿Qué significa esto, Gabriel? ¿Estás tratando de traicionarme?”, pregunta Andrés, su voz llena de dolor. “No, Andrés, no es así. Solo quería que supieras que… que hay cosas que no te he contado”, responde Gabriel, sintiendo que su traición se convierte en un monstruo que lo devora.
El corazón roto
Andrés, sintiéndose traicionado por su hermano y su novia, se levanta de la silla, su rostro lleno de rabia y dolor. “¿Cómo pudiste, Gabriel? Siempre hemos estado juntos. ¿Por qué harías esto?”, grita, su voz resonando en la sala. La familia observa, sintiendo que el vínculo que los une se está desmoronando.
“Lo siento, Andrés. No quería que esto sucediera. Solo… no sabía cómo decírtelo”, dice Gabriel, sintiendo que su corazón se rompe. María, con lágrimas en los ojos, intenta intervenir. “Andrés, por favor, escúchame. No hay nada entre Gabriel y yo. Siempre te he amado a ti”, dice, pero Andrés la interrumpe. “¿Cómo puedo creerte después de esto? ¿Cómo puedo confiar en ti?”, pregunta, su voz llena de dolor.
La ruptura inevitable
El ambiente se vuelve tenso, y la familia se siente atrapada en un torbellino de emociones. “No puedo seguir aquí”, dice Andrés, su voz temblando. “No sé si puedo perdonar esto. La traición de los dos me duele más de lo que puedo soportar”. Con esas palabras, se da la vuelta y sale de la sala, dejando a todos en un estado de shock.
Gabriel, sintiendo que su mundo se desmorona, se vuelve hacia María. “¿Qué hemos hecho?”, pregunta, su voz llena de desesperación. “No puedo creer que hayamos llegado a esto”, responde ella, sintiendo que su corazón se rompe en mil pedazos. La familia que una vez fue unida ahora se siente fragmentada, y la traición ha dejado cicatrices profundas.
La búsqueda de redención
Mientras Andrés camina por los pasillos del