PREVIEW OF DREAMS OF FREEDOM, FRIDAY, SEPTEMBER 5, ANTENA 3, CHAPTER 390, TASIO THE NEW DIRECTOR

Hola amigos, hoy les traigo el avance del capítulo 390 de Sueños de Libertad

El próximo episodio de Sueños de Libertad promete desatar emociones encontradas, donde el dolor, la manipulación y las verdades a medias volverán a teñir de tensión los hogares y pasillos de la colonia. Una entrega cargada de giros que pondrá en jaque a varios personajes clave, especialmente a don Pedro, quien intenta aferrarse al poco poder que le queda mientras su mundo se desmorona.

La acción arranca en la casa de los Carpena. Allí, el ambiente es denso e insoportable. Don Pedro, con un tono entre súplica y desesperación, se dirige a su esposa con una mezcla de arrepentimiento y justificación: “Digna, perdóname. ¿Te duele mi vida? Jamás quise hacerte daño, lo que ocurrió fue un accidente. Perdí la cabeza, mi salud está deteriorada, la fábrica se hunde y yo… yo ya no puedo más.”
Pero la frialdad en los ojos de Digna es un muro infranqueable. Le deja claro que lo sucedido la noche anterior no tiene vuelta atrás: “No quiero que me mires, no quiero que me hables, no quiero que me toques. He visto hasta dónde puede llegar tu violencia.” La grieta entre ellos ya no se puede disimular.

Avance del capítulo 242 de 'Sueños de libertad' de este lunes, 10 de febrero

Pedro, desesperado, insiste en que fue la locura de los celos, convencido de que Damián sigue siendo una amenaza para su matrimonio. Incluso llega a rogarle que lo perdone, ofreciéndole a Joaquín como director de la fábrica si eso la calma. Pero Digna, firme, pronuncia lo que para Pedro es una sentencia de muerte emocional: “Quiero irme de esta casa ahora mismo.”
El empresario, temblando de miedo, le suplica que no lo abandone, que no lo deje morir como un perro enfermo y solo. Sin embargo, Digna ya no reconoce en él al hombre que amó: “Nunca lo fuiste, me engañaste desde el principio. Me has hecho vivir como tu prisionera.” Finalmente, resignada por el chantaje emocional, acepta quedarse bajo el mismo techo, pero le advierte que lo hará como un espectro, incapaz de compartir su vida con él.

Mientras tanto, en la fábrica, los problemas se multiplican. Pedro intenta aparentar normalidad frente a Irene, pero la situación financiera es crítica. El banco de Madrid ha vuelto a negarse a conceder el préstamo, y la desesperación crece. La relación entre hermanos se enciende cuando Pedro estalla al sentirse cuestionado, revelando la tensión interna que le consume.

La visita inesperada de doña Ángela, madre de Tasio, complica todavía más las cosas. Ella, con valentía, le planta cara a Pedro, sospechando que su repentino interés en su hijo no es más que una estrategia para usarlo contra Damián. “No quiero que lo utilice y luego lo deseche como si fuera un peón”, le advierte. Pedro, furioso, intenta culpar a Damián de sembrar dudas, pero Ángela no se deja manipular y le lanza una frase demoledora: “Me ha confirmado lo que intuía desde el primer día. Usted no es buena persona, don Pedro.” La máscara del empresario se resquebraja en ese instante.

Más tarde, Tasio llega para informar sobre la inspección en la fábrica. Las noticias no podrían ser peores: los inspectores han detectado deficiencias graves y advierten sobre sanciones por la epidemia que afecta a los trabajadores. Pedro finge serenidad, pero la presión es insoportable. Antes de dejarlo marchar, le confiesa a Tasio que su madre lo visitó para cuestionar sus intenciones. El joven, avergonzado, pide disculpas, convencido de que su padre está detrás de esa desconfianza. Pedro aprovecha el momento para reforzar el vínculo: “Te apoyo porque eres un gran trabajador. Confío en ti para que seas mi sucesor.”

Con voz grave, Pedro revela a Tasio un supuesto secreto mortal: padece un cáncer incurable y le queda poco tiempo. En un acto calculado, le promete que será él quien herede la dirección de la fábrica, convenciéndolo de que es el elegido para unir a las familias De la Reina y Merino. El abrazo que sellan parece sincero, pero detrás de la emoción se esconde la trampa perfecta de Pedro para asegurarse lealtades en medio de la tormenta.

En otro frente de la trama, Andrés llega apresurado a su despacho, seguido de cerca por su padre, que no tarda en recriminarle su falta de atención hacia María. El sacerdote, con un discurso impregnado de tradición, le insiste en que su misión es hacer feliz a su esposa, sobre todo en su delicado estado de salud. Su propuesta es contundente: adoptar un niño.
Andrés, cansado y herido, rechaza de plano la idea. Sabe que traer un hijo a un matrimonio roto y a una mujer atrapada en la amargura no solucionará nada, sino que condenará a un inocente a vivir en un infierno. La discusión se intensifica cuando el padre lo acusa de hablar con barbaridades y él, firme, le recuerda que su prioridad ahora es salvar la fábrica, de la cual dependen decenas de familias.

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Este enfrentamiento refleja el choque entre dos mundos: el de las imposiciones religiosas y sociales de antaño, representadas por el sacerdote, y el de una nueva conciencia más humana y responsable que encarna Andrés. Una batalla de valores que, sin duda, marcará el destino de su matrimonio y el futuro de la familia.

El capítulo 390 se convierte así en un campo de batalla donde todos luchan por sobrevivir a su manera. Pedro se aferra con uñas y dientes al poco poder que le queda, manipulando a quienes lo rodean para no caer en el olvido. Digna, aunque atrapada, da un paso crucial al romper con el amor que la mantenía sometida, afirmando su dignidad como mujer. Tasio, ingenuo, cae en la red de un Pedro que juega su última carta, mientras la fábrica se tambalea entre sanciones, deudas y enfermedades. Y en paralelo, Andrés enfrenta la presión de su padre y de una sociedad que aún no acepta que no todos los matrimonios pueden ni deben traer hijos al mundo.

En definitiva, este episodio promete emociones intensas, con diálogos cargados de reproches, súplicas y confesiones que pondrán en evidencia hasta qué punto los personajes están dispuestos a sacrificarlo todo por mantener sus ideales, su honor o, simplemente, su propia supervivencia. El final del capítulo deja claro que el tiempo de Pedro se agota y que cada decisión traerá consecuencias que podrían ser irreversibles.