Pelayo se enfrenta a Damián y a Marta – Sueños de Libertad

🟢 Spoiler: “Ya estás en casa”

En este nuevo y tenso episodio, la calma aparente del hogar se rompe en el instante en que alguien llega antes de lo previsto. La sorpresa de su presencia no es casualidad: confiesa que su intención inicial era presentarse más tarde, pero una publicación inesperada en el vespertino lo obliga a cambiar sus planes. Suspendió un par de reuniones importantes porque la urgencia del asunto no le permite esperar ni un minuto más. La nota de prensa ya ha salido a la luz y, aunque se trata de un comunicado oficial encargado por Gabriel con la promesa de dar explicaciones en breve, resulta evidente que es insuficiente para contener el escándalo.

La tensión en la sala crece de inmediato. Con un tono que combina reproche y desesperación, se escucha la advertencia: “No se puede apagar un incendio con una simple jarra de agua”. La metáfora refleja lo frágil del comunicado y la magnitud del problema que se cierne sobre todos. Lo que está en juego no es únicamente la reputación de la empresa familiar, sino también la estabilidad personal y política de quienes están involucrados.

Pelayo, visiblemente alterado, no tarda en lanzar acusaciones. Reclama que la crisis está dando una imagen deplorable de todos ellos y que la incapacidad de gestionarla de manera eficaz está hundiendo cualquier posibilidad de salir airosos. Marta, cansada de sus ataques, responde con firmeza: “Ya está bien, Pelayo. Tengo toda la razón. No se trata de un problema menor que se pueda resolver con rapidez”. Su voz transmite rabia contenida, pero también la convicción de que Gabriel está haciendo lo posible para evitar que el fuego consuma todo lo que han construido.

El ambiente se carga todavía más cuando Pelayo deja ver su preocupación más íntima: teme perder su nombramiento como gobernador civil. Sus aspiraciones políticas, que parecían aseguradas, ahora corren un serio peligro. Explica que Miguel Ángel le ha comunicado directamente que su designación depende de cómo se gestione esta crisis relacionada con la fábrica de su familia política. La confesión desconcierta a Marta, que no entiende cómo puede vincularse la situación de su empresa con la carrera política de Pelayo.

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Ella insiste: “Tienes tu propio negocio hotelero, lo diriges impecablemente. ¿Qué tiene que ver lo nuestro contigo?”. Pero Pelayo, sin ceder un ápice, aclara que lo que está en entredicho no son sus capacidades empresariales, sino la moral de quienes forman parte de su entorno más cercano. Les echa en cara que han ocultado algo grave, algo que pone en riesgo la salud de los trabajadores, y eso, inevitablemente, ensucia su imagen pública.

Las palabras de Pelayo caen como un mazazo. Marta, herida por la dureza del reproche, le pide que modere su tono. Le resulta insoportable escuchar que su silencio, que ella llama “discreción”, ahora sea visto como ocultamiento y negligencia. “Nuestro único error fue tratar de ser discretos, y tú lo sabes bien”, dice intentando justificarse. Pero Pelayo responde con ironía: “Ahora le llaman discreción…”. La discusión escala, con acusaciones que cruzan la sala como flechas envenenadas.

El momento llega a un punto crítico cuando Pelayo arremete contra la familia de Marta con una frase cargada de desprecio: “Los de la reina siempre andáis metidos en algún problema”. La insinuación de que los conflictos son parte de la naturaleza de su linaje provoca indignación inmediata. “¿Qué estás diciendo?”, replica Marta, herida en lo más profundo de su orgullo familiar.

La tensión amenaza con desbordarse por completo. Las voces se alzan, los gestos se tornan violentos y el ambiente se vuelve irrespirable. Es entonces cuando alguien interviene con un llamado urgente a la calma: “Basta, por favor. Discutiendo no vamos a solucionar nada”. La música de fondo subraya el dramatismo de la escena, mientras los aplausos, que irrumpen fuera de cámara, generan una sensación extraña, casi irónica, como si la disputa se hubiese convertido en un espectáculo público.

El trasfondo de todo este enfrentamiento no es solamente la crisis empresarial. Lo que se expone aquí son las fisuras emocionales y políticas de un grupo que, hasta hace poco, parecía unido por intereses comunes. La llegada anticipada al hogar, motivada por la nota de prensa, desata una tormenta que pone en evidencia los egoísmos, las ambiciones y las debilidades de cada personaje.

Por un lado, Pelayo aparece como un hombre obsesionado con su carrera política. Sus aspiraciones lo ciegan, hasta el punto de señalar con dureza a la familia de su esposa o allegados, culpándolos de arruinar su destino. En lugar de ofrecer apoyo, se convierte en un juez implacable que busca dejar claro que la caída de su nombramiento es consecuencia directa de los errores de los demás.

Avance semanal del 14 al 17 de abril de 'Sueños de libertad': Pelayo  traiciona la confianza de Marta

Marta, en cambio, refleja la voz de la culpa y la fragilidad. Trata de justificar la estrategia de ocultamiento como un acto de prudencia, pero sabe en lo más profundo que la decisión fue equivocada. Su defensa no convence, y su insistencia en llamar “discreción” a lo que en realidad fue encubrimiento solo aumenta la ira de Pelayo.

Gabriel, aunque no está presente en la escena, se convierte en una figura clave. Él es quien ha ordenado la publicación de la nota aclaratoria, intentando ganar tiempo y mantener a raya las críticas. Sin embargo, sus acciones son percibidas como insuficientes, y su gestión es puesta en tela de juicio incluso por aquellos que deberían apoyarlo. La sombra de su liderazgo débil se cierne sobre toda la trama.

En esta explosiva confrontación, la palabra “fuego” adquiere un simbolismo poderoso. No solo se trata del incendio metafórico de la crisis en la fábrica, sino también del fuego de las ambiciones, las pasiones y los resentimientos personales que amenazan con arrasar cualquier vínculo afectivo o lealtad familiar. Cada personaje lucha por mantener su terreno, pero en esa batalla lo que se desmorona es la confianza mutua.