¿Manuel y Jana se casan en tres días? ¡Todos en shock! | AVANCE DE LA PROMESA
Manuel anuncia lo imposible: la boda con Jana en tres días sacude La Promesa
El ambiente en el salón principal de La Promesa se convierte en un auténtico terremoto cuando Manuel, con una firmeza que nadie había anticipado, lanza un anuncio que deja a todos mudos: dentro de apenas tres días se casará con Jana. Las palabras caen como un rayo sobre la familia Luján. El silencio se apodera de la estancia, los criados apenas se atreven a respirar y en el rostro de Cruz se dibuja el miedo mezclado con furia. Para la marquesa, aceptar que su hijo enlace su vida con una antigua sirvienta es algo intolerable, un golpe directo al honor del apellido que ha defendido con uñas y dientes toda su vida. Alonso, en cambio, aunque comparte el recelo de su esposa, se encuentra atrapado en la contradicción de un padre que no puede negar a su hijo el derecho de amar y elegir.
Manuel, con el corazón encendido, no quiere excusas ni retrasos. Para él, Jana ya no es la doncella que servía en las cocinas, sino la mujer que le ha devuelto la vida y la única con quien desea compartir su futuro. Su anuncio es también una declaración de independencia frente a los dictados familiares. Cruz siente cómo se le escapan las riendas del poder y comprende que le queda una sola jugada desesperada: sabotear la boda antes de que sea demasiado tarde.
En medio de esta convulsión, emerge una figura inesperada: Leocadia, recién llegada al palacio, se ofrece como aliada de Cruz. La marcha del tiempo no ha borrado las viejas heridas ni los secretos que ambas comparten. Su reaparición, envuelta en misterio, es como el regreso de un fantasma que amenaza con destapar verdades incómodas. Frente a Cruz, Leocadia mantiene una calma inquietante. “Tengo buena memoria —le dice—, y recuerdo tanto lo bueno como lo malo”. Esa frase, pronunciada con una serenidad gélida, perfora las defensas de la marquesa como una daga. Cruz finge hospitalidad, le ofrece comodidad en su estancia y hasta propone una corta visita, pero Leocadia, con sonrisa enigmática, replica que no tiene prisa por marcharse y que lo que desea es quedarse mucho tiempo… demasiado.
Mientras tanto, los preparativos de la boda avanzan y padre Samuel, pese a los conflictos de conciencia que lo atormentan por los sentimientos prohibidos hacia María Fernández, confirma que será él quien oficie la ceremonia. El sacerdote se aferra a su vocación y decide mantenerse fiel a su deber. Esta decisión complica aún más los planes de Cruz, que ahora ve cómo se le escapan todos los apoyos. En las cocinas, Jana da la noticia con voz firme y orgullosa: todos los sirvientes están invitados al enlace. La noticia desata la euforia en el servicio, que siente como propio el triunfo de una de las suyas, alguien que ha subido desde lo más humilde hasta ocupar un lugar en el altar junto al heredero. La emoción recorre los pasillos, y para Cruz esta alegría compartida es un insulto que preferiría sofocar de raíz.
Pero las tensiones no se limitan a la boda. En paralelo, Pía y Ricardo intentan recomponer los fragmentos de su relación. Ella le exige sinceridad absoluta: sin verdad, no habrá futuro posible. Ricardo, cargado de secretos y atemorizado por confesarle a su hijo Santos una verdad que podría destrozarlo, se encierra en sí mismo. La presión aumenta cuando Pía, alentada por Rómulo, lo enfrenta de nuevo con preguntas directas sobre la supuesta muerte de su esposa. Ricardo niega como siempre, pero esta vez su mirada esquiva y su nerviosismo lo delatan. Al fin, acorralado por su propio silencio, comprende que ya no hay escapatoria y que tarde o temprano deberá admitir la verdad: su esposa está viva. La confesión amenaza con abrir un abismo en su vida y en la de Santos.
Simultáneamente, Marcelo, Vera, Lope y Teresa sienten el peso de la amenaza del duque de Carril, una sombra que no deja de oscurecer sus vidas. El grupo debate intensamente: saben que no pueden seguir callados. Teresa y Lope claman por actuar con decisión, mientras Vera, desgarrada por el odio hacia su padre, teme que otra vez quede impune. Marcelo, que siempre ha sido cauto, reconoce que el tiempo de las dudas se ha acabado: necesitan pruebas firmes que permitan hundir al duque para siempre. La tensión entre ellos es grande, pero también la certeza de que deben moverse con rapidez antes de que el enemigo ataque de nuevo.
En otro rincón del palacio, Petra vive su propio conflicto. Tras soportar la ira de Cruz, se siente humillada después de años de fidelidad ciega y servicios oscuros prestados a la marquesa. Santos aprovecha la ocasión para sembrar cizaña, insinuándole que debería rebelarse y exigir la recompensa por toda esa lealtad. Las palabras del joven encienden en Petra una rabia latente que podría convertirse en un nuevo peligro dentro de la Promesa.
Mientras tanto, Martina anuncia que se ausentará unos días bajo el pretexto de visitar a Ulia. En realidad, solo busca huir de José Juan, cuya presencia la aterra. Alonso le concede permiso, pero Lorenzo se opone con todas sus fuerzas a que se marche. Curro, al enterarse, aprovecha para comunicarse con ella en secreto. La conversación es fragmentada y llena de interferencias, pero suficiente para que él le insista en que no puede faltar a la boda. Martina, atrapada entre el miedo y el deseo de apoyar a Curro, queda en la incertidumbre.
En la zona de servicio, María Fernández organiza una colecta entre las criadas para comprar alimentos destinados a los pobres del refugio. Entusiasmada, comparte la iniciativa con padre Samuel, pero la frialdad del sacerdote la descoloca y la hiere. El recuerdo del beso que los unió sigue presente, y el distanciamiento del joven cura es para ella un golpe que no consigue superar. Ana y Teresa, conscientes del dolor que atraviesa su amiga, tratan de sostenerla, pero saben que solo Samuel puede disipar esa tormenta interior.
Mientras todos los hilos se entrecruzan, Romulo revive un tormento del pasado: años atrás Cruz le ordenó acabar con Leocadia, pero él no tuvo el valor de hacerlo y le ayudó a desaparecer. Ahora, verla regresar lo llena de remordimiento y miedo. “Si hubiera cumplido la orden, hoy no viviríamos este caos”, piensa en silencio, sabiendo que aquel acto de humanidad puede costarle muy caro.
En los pasillos, Leocadia se mueve como una sombra, observando todo y a todos. Cada palabra de Jana, cada gesto de Curro, cada silencio de Cruz se convierten en piezas de un rompecabezas que solo ella parece comprender. A Catalina la aborda con preguntas sutiles, como si buscara extraer información disfrazada de interés inocente. Con Jana es aún más incisiva: la estudia con el ojo de quien ve en ella no solo a la futura esposa de Manuel, sino a la clave de un misterio más profundo que aún no se ha revelado. Con Curro adopta un tono de falsa ternura, presentándose como amiga y confidente, cuando en realidad lo que quiere es hallar la manera de manipularlo contra su propio padre, Lorenzo.

Y mientras Cruz se consume intentando contener la amenaza que supone el regreso de su antigua amiga, el reloj avanza sin piedad hacia la boda que parece inevitable. El palacio entero late al ritmo de un acontecimiento que marcará un antes y un después. Manuel y Jana sueñan con unirse en matrimonio, pero sobre sus cabezas planean las sombras de intrigas, secretos y venganzas.
¿Podrá Cruz ejecutar su último plan desesperado para impedir el enlace? ¿Conseguirá Leocadia transformar su retorno en el golpe más letal contra la familia Luján? ¿O será el amor de Manuel y Jana el que logre imponerse a todo el odio acumulado en los muros de La Promesa?
Lo cierto es que el próximo capítulo promete ser un huracán de emociones, donde cada personaje se enfrentará a su límite y donde la verdad, por más tiempo que intente ocultarse, está a punto de salir a la luz.