LEOCADIA EN PELIGRO: EL SECRETO DE SU HIJA ¿SALE A LA LUZ? || CRÓNICAS de #LaPromesa #series

Attenzione, qualcosa di sconvolgente sta per accadere alla Promessa

En los próximos episodios de La Promessa, un elemento inesperado llegará silenciosamente al Palacio, pero su impacto será devastador. Un misterioso paquete aparece sin previo aviso, y nadie sabe qué contiene hasta que el mayordomo, con las manos temblorosas, lo abre frente a los ojos atónitos de los sirvientes. Dentro se encuentra un retrato majestuoso y aterrador de la marquesa Cruz, enviado directamente desde prisión, sin carta, sin explicación, solo ese rostro que regresa para hacerse presente de manera imponente.

El cuadro se coloca en el punto más visible del salón, reemplazando exactamente el lugar donde antes colgaba el viejo retrato familiar que Cruz había mandado retirar años atrás. Pero no se trata de un simple cambio estético; es un acto de guerra silencioso, un regreso extremadamente poderoso. La figura de la marquesa parece observar a todos los que atraviesan la sala, y los sirvientes empiezan a murmurar entre sí. Algunos juran que los ojos del retrato se mueven; otros aseguran escuchar un susurro. La atmósfera se vuelve casi irrespirable, y nadie queda más impactado que Manuel.

Para él, el retrato es una herida abierta. Cada mirada hacia esa tela lo transporta a las noches de angustia tras el ataque a Giana, al dolor, a las preguntas sin respuesta y a la ira acumulada. Lo peor es saber que su madre, incluso tras las rejas, todavía ejerce poder sobre su vida. Una noche, abrumado por el dolor y la furia, Manuel estalla: entra en la sala y destroza el retrato en mil pedazos, un acto violento y liberador, pero inesperadamente revelador. Detrás de la tela rota, descubre un objeto secreto: un mensaje, un fragmento de verdad que había permanecido oculto por demasiado tiempo. Desde ese momento, nada volverá a ser igual. Viejas verdades saldrán a la luz, nuevas acusaciones emergerán, y un nombre inesperado podría revelar a alguien incluso más peligroso que Cruz.

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A partir de ese instante, Manuel se embarca en un camino que lo llevará no solo a desenmascarar a los verdaderos responsables del atentado contra su familia, sino también a cuestionar todo lo que creía saber sobre su madre. Las revelaciones son devastadoras: la idea de que Cruz tuvo un papel clave en todos los sucesos que marcaron su vida lo deja atónito, pero lo que más lo perturba es el sospechoso indicio de que su amada podría seguir viva, y que alguien, con fría y calculada precisión, ha tejido una red de mentiras para mantenerlo alejado de la verdad.

Mientras tanto, entre los sirvientes comienzan a circular susurros nerviosos. Al amanecer, en los pasillos del Palacio, el retrato se convierte en el centro de miradas furtivas y comentarios entrecortados. Las criadas se cruzan con gestos de alarma: “¿Lo habéis visto? Parece que nos observa”. Incluso el joven jardinero, al entrar en el ala noble, queda petrificado ante la figura pintada. Algunos aseguran que la marquesa guiña un ojo, provocando risas nerviosas, pero el miedo empieza a crecer cuando los más racionales perciben que algo extraño ocurre.

Pía, cruzando la sala con un cesto de sábanas, se detiene frente al retrato y reflexiona: esto no es un acto de vanidad, es un mensaje. Cruz quiere dejar claro que aún está presente, aunque no físicamente. López, a su lado, no puede ocultar el escalofrío que le recorre la espalda. Más tarde, Lorenzo se acerca al retrato, observando los ojos de la marquesa, como si buscara un secreto oculto en el marco. “No lo haría sin motivo”, murmura, mientras Leocadia se le une en silencio.

“Este retrato quiere intimidarnos, Lorenzo. Es una provocación, un recordatorio del poder que nunca ha perdido”, le advierte Leocadia. La tensión entre ambos aumenta. Si realmente el cuadro oculta un mensaje, podría ser la antesala de una nueva maniobra estratégica de Cruz. Aunque esté tras las rejas, parece que recupera terreno. Todo es posible: advertencia, promesa, plan secreto.

Mientras tanto, Manuel sigue evitando la mirada de su madre en el retrato, pero al recorrer el pasillo principal, un reflejo en el espejo lo traiciona: los ojos pintados lo siguen incluso desde allí. Su corazón late con fuerza y los recuerdos dolorosos afloran como relámpagos: noches junto a una Giana herida, gritos, diagnósticos inexplicables, desesperación y despedidas prematuras. Todo vuelve a su mente. Manuel entra en el salón y se detiene frente al cuadro: “¿Tuviste el valor de enviarme esto?”, susurra, como si Cruz pudiera escucharlo. “Me persigues incluso desde la prisión”, añade.

Pía se acerca preocupada: “¿Está bien, señor Manuel?” Él responde con amargura: “¿Crees que esto es normal? Es como si nos controlara todavía. Ordenó este retrato desde la cárcel”. La criada baja la vista: la señora Cruz siempre ha sido imprevisible, pero quizá no se trate solo de provocación, sino de demostrar que no ha sido derrotada. Manuel replica con desesperación: “Entonces no ha entendido nada. Debería ser humilde y arrepentida, en cambio se burla de nosotros”.

Poco después, Manuel entra en el comedor y ordena al mayordomo retirar el retrato, pero Cristóbal se niega, explicando que la obra fue enviada con la autorización de la duquesa y que solo Alonso tiene autoridad para decidir. Manuel se siente impotente mientras la sombra de su madre continúa expandiéndose por todo el Palacio. La tensión alcanza su punto máximo cuando, superado por la ira y el dolor, Manuel decide enfrentar directamente a su padre. Llama a Alonso