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Venga, empezamos

La tensión en La Promesa vuelve a estallar en un capítulo que no deja indiferente a nadie. Lo que en apariencia podría haber sido un momento de celebración, de esos que se esperan con ilusión en el palacio, se convierte en un campo de batalla emocional donde cada palabra pesa y cada gesto esconde un trasfondo oscuro. Todo comienza con una conversación que pone en evidencia la magnitud del chantaje que se cierne sobre la familia: la insistencia de Lorenzo de la Mata en casarse con Ángela.

Leocadia, desesperada, no tarda en espetarle con rabia: “Insistes en casarte con mi hija, pero has perdido el Oremus”. Es su forma de decirle que ha perdido la razón, que su pretensión no es solo descabellada, sino una afrenta intolerable. Pero Lorenzo, frío y calculador, no retrocede ni un paso. Su sonrisa cínica y su mirada implacable revelan que no es una petición, sino una exigencia. Tras esa insistencia se esconde un secreto que, de salir a la luz, podría arrastrar a Leocadia al abismo y destruir para siempre su nombre.

La tensión aumenta cuando se desvela lo que Lorenzo ha contado a terceros: que Ángela y él ya eran novios. Una mentira cuidadosamente elaborada, lanzada con la precisión de un dardo envenenado, destinada a manchar la reputación de la joven y a presionar aún más a Leocadia. En el rígido mundo de las apariencias en el que viven, la honra de Ángela queda comprometida por palabras que ella jamás pronunció. El chantaje adquiere así una nueva dimensión: no se trata solo de un matrimonio forzado, sino de un secuestro social en el que la reputación de una mujer joven es utilizada como moneda de cambio.

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La propia Ángela, al descubrir las intenciones de Lorenzo, se ve atrapada en una pesadilla. Sus ojos, llenos de miedo y desconfianza, reflejan lo que significa ser tratada como una pieza más en un tablero de poder. “Te necesito, Ángela”, le dice Lorenzo, fingiendo una pasión que en realidad es puro dominio. No hay amor en sus palabras, sino una obsesión retorcida que huele a posesión y a control.

Mientras tanto, Leocadia comienza a flaquear. La mujer que siempre se mostró orgullosa y segura, capaz de mantener su fachada incluso en los peores momentos, siente cómo las paredes de su mentira se derrumban a su alrededor. El chantaje de Lorenzo le recuerda que ya no controla nada: su secreto está en manos de otro, y lo que antes ocultaba en las sombras ahora amenaza con salir a la luz. Cada segundo que pasa se convierte en una agonía.

Pero este no es solo un episodio de intrigas familiares. La Promesa lleva tiempo sembrando semillas de resentimientos y rencores que en este capítulo brotan con más fuerza que nunca. La situación de Ángela no se entiende sin recordar lo que ocurrió con Hann, su hermana, y con Dolores, su madre. Los crímenes que marcaron a esta familia siguen siendo el fantasma que ronda cada conversación y cada silencio. Ahora, la insistencia de Lorenzo en casarse con Ángela no solo amenaza su futuro, sino que también reaviva las heridas del pasado.

En el palacio, los ecos de esta disputa llegan a todos los rincones. El servicio comenta en voz baja lo que han oído, y cada rumor se convierte en una versión exagerada que aumenta la presión sobre Leocadia. Para muchos, no hay humo sin fuego, y la supuesta relación de Ángela con el capitán Lorenzo comienza a circular como si fuese un hecho confirmado. La joven ve cómo su honra es despojada sin que ella pueda defenderse.

Por otra parte, personajes como Curro y Catalina empiezan a sospechar que hay mucho más detrás de esta historia. Curro, que conoce la capacidad de manipulación de Lorenzo, no cree en sus palabras y empieza a unir piezas que podrían conducir a la verdad. Catalina, fiel a su carácter, no se queda callada y desafía las normas establecidas para proteger a quienes ama, aun cuando sabe que enfrentarse a Lorenzo es poner su vida en peligro.

El episodio se convierte en un auténtico torbellino de emociones. Por un lado, está la rabia de Leocadia, atrapada entre su orgullo y el miedo a ser descubierta; por otro, la vulnerabilidad de Ángela, utilizada como arma contra su propia madre. Y sobre todo, la figura de Lorenzo, que se erige como villano implacable, dispuesto a destruir a quien sea con tal de lograr lo que quiere.

La tensión no se limita al drama principal. En paralelo, el servicio del palacio enfrenta sus propios conflictos: traiciones, confesiones y secretos pequeños que, aunque no tienen el mismo peso que el chantaje a Leocadia, reflejan el mismo clima de desconfianza y miedo que lo impregna todo. Candela sigue lidiando con el peso de haber traicionado a Simona en el pasado, mientras María Fernández lucha por limpiar su nombre tras los rumores que la persiguen desde la verbena.

En este ambiente enrarecido, cada personaje parece avanzar hacia un destino inevitable: la revelación. Porque aunque Lorenzo pretenda usar el matrimonio como tapadera, la verdad sobre lo ocurrido con Hann y Dolores está cada vez más cerca de salir a la luz. Y si eso ocurre, todo lo que Leocadia trató de ocultar durante años se derrumbará como un castillo de naipes.

El capítulo avanza como una partida de ajedrez donde cada movimiento está calculado para someter o sobrevivir. Lorenzo mueve sus piezas con frialdad, Leocadia responde con desesperación, y Ángela queda en medio, como una reina atrapada entre reyes que luchan por el control. Los espectadores saben que el desenlace será devastador, pero la tensión está en descubrir quién dará el golpe definitivo.

Avance semanal de 'La promesa': Leocadia, fuera de sí, recuerda lo ocurrido la noche que murió Jana - La promesa

Cuando finalmente se apaga la luz en el salón principal y cada personaje se retira a su cuarto, el silencio que queda no trae paz, sino la certeza de que nada volverá a ser como antes. Ángela sabe que su vida ya no le pertenece, Leocadia comprende que su reinado de secretos está al borde del colapso, y Lorenzo sonríe, convencido de que la victoria está de su lado.

Sin embargo, en La Promesa nunca nada es tan sencillo. La historia ha demostrado una y otra vez que los secretos más oscuros siempre encuentran la forma de salir a la luz, y que incluso los villanos más poderosos pueden caer en el momento más inesperado. Este capítulo no cierra la historia, sino que abre la puerta a una cadena de revelaciones que transformarán para siempre la vida en el palacio.

El público lo sabe: lo que comienza como un chantaje disfrazado de matrimonio forzado se convertirá en la mecha que encienda el mayor incendio que la familia Luján ha tenido que enfrentar. Y esta vez, nadie podrá escapar de las llamas.