‘La Promesa’, avance del capítulo 678: Catalina abandona La Promesa tras amenaza del barón

Catalina abandona La Promesa tras amenaza del barón

El capítulo 678 de La Promesa (jueves 18 de septiembre) se erige como uno de los más estremecedores en la historia de la serie. Catalina, que hasta entonces había intentado resistir los embates de la sombra del barón de Valladares, llega al límite cuando descubre una prueba innegable del peligro que acecha a su familia: un revólver dejado deliberadamente en la habitación de su hijo pequeño. Ese gesto, frío y calculado, no es solo una amenaza, sino la materialización de su mayor miedo: que el enemigo ya no ronda a distancia, sino que ha penetrado hasta el lugar más sagrado, el dormitorio de sus niños.

La visión del arma, junto a los objetos más inocentes de la infancia —un sonajero y un cuento ilustrado—, paraliza a Catalina. Comprende, en un segundo de horror absoluto, que alguien ha estado allí mientras su hijo dormía, que ha respirado el mismo aire que él, y que en cualquier momento podría haber apretado el gatillo. El mensaje es claro: el barón puede alcanzarlos cuando quiera. Ante esta revelación, se rompe la coraza de resistencia que la había mantenido firme hasta ahora. Con las manos temblorosas, Catalina toma la determinación más dolorosa y radical de su vida: abandonar La Promesa junto a Adriano y sus hijos, aunque ello signifique renunciar a su hogar y a su familia.

Avance: Catalina se marcha de 'La Promesa' en el capítulo 678 (18 de  septiembre)

Mientras Catalina lidia con este descubrimiento que la empuja a huir, el ambiente en la casa Luján se carga de tensiones y secretos. En el comedor, Cruz continúa imponiendo su rígida autoridad en torno a la mesa, Don Alonso se refugia en el periódico para evitar los roces familiares, y Manuel divide su atención entre los planes de su empresa aeronáutica y las sombras que percibe en la mansión. Solo Martina parece brillar con optimismo, celebrando con entusiasmo el éxito de su primera reunión con el patronato de beneficencia. Sus palabras logran incluso arrancar sonrisas de orgullo a su padre y a su primo.

Pero ese momento de alegría se quiebra de inmediato cuando Catalina irrumpe en el salón como un vendaval. Su rostro demacrado y su voz quebrada por la rabia y el miedo sacuden a todos. “¡Se acabó!”, grita, acusando a su familia de vivir ciegos, de ignorar el peligro que acecha entre las paredes de la casa. Acusa a Martina de frivolidad, a Manuel de estar perdido en sus aviones, y al marqués de no ver más allá de sus rutinas. En un arrebato cargado de lágrimas, anuncia que abandona la finca con Adriano y sus hijos ese mismo día. La incomprensión es total: nadie entiende de qué amenaza habla Catalina ni por qué se marcha de forma tan drástica. Pero ella no da explicaciones; solo deja claro que su prioridad es proteger a los niños, aunque eso implique alejarse de todos.

En paralelo, en el ámbito del servicio, también se desatan conflictos y desdichas. En la cocina, Simona desvela con entusiasmo lo que considera un inminente compromiso entre Enora y Toño, comentario que provoca sonrisas nerviosas pero también incomodidad. Sin embargo, la irrupción de Petra corta de raíz cualquier atisbo de alegría. Con su habitual severidad, lanza críticas ácidas contra los criados, y centra sus reproches en Vera, cuya crisis emocional la ha sumido en un mutismo desesperado. La joven, cada vez más hundida tras la ruptura con Lope, apenas logra mantenerse a flote. Lope intenta defenderla, pero Petra, cruel como siempre, la humilla aún más.

El golpe más brutal llega para Pía. Petra le comunica que Cristóbal ha decidido trasladarla a la finca de Aranjuez, separándola de su hijo. La frase “El niño se queda aquí” resuena como una condena, destrozando el corazón de la ama de llaves. Para Pía, que vive solo por su pequeño Dieguito, la decisión equivale a una tortura insoportable. Se derrumba en soledad, consciente de que le arrebatan lo único que le da sentido a su vida. Su dolor, aunque silencioso, es tan profundo que amenaza con quebrarla para siempre.

Por otro lado, Manuel comienza a notar actitudes extrañas en Enora. Cuando la doncella tarda en llevarle unos documentos, se presenta con nerviosismo y mirada esquiva. Manuel percibe su actitud sospechosa y empieza a albergar dudas sobre su lealtad. ¿Está implicada en algún secreto? ¿Oculta algo que podría estar relacionado con las advertencias de Catalina? La desconfianza se instala en su mente.

En el jardín, Curro y Ángela se refugian en un instante de intimidad. Su amor prohibido late en secreto, frágil y a la vez intenso, pero las presiones aumentan. Ángela confiesa su miedo constante a las miradas de la madre de Curro y, sobre todo, a la vigilancia de Lorenzo, que parece saber más de lo que deberían. Aunque Curro jura que nunca la abandonará, ambos son conscientes de lo difícil que será mantener su relación en un entorno cargado de intrigas.

Y, efectivamente, Lorenzo de la Mata mueve sus piezas en la sombra. Chantajea a Leocadia, amenazándola con revelar su cercanía con Curro si no fuerza a Ángela a aceptar un matrimonio que ninguno desea. La condesa queda atrapada en una red de amenazas y manipulaciones que la obligan a elegir entre su propio secreto y la felicidad de su hijo.

En medio de todas estas tensiones, Catalina avanza en su decisión irrevocable. Empaca con frialdad y ordena a Adriano preparar a los niños. Aunque él, desconcertado, le exige explicaciones, la intensidad del miedo en la mirada de su esposa lo convence. No necesita conocer todos los detalles: basta con sentir que el peligro es real. Con pesar, pero decidido, Adriano acepta acompañarla en su huida.

Pronto, la noticia de su partida se extiende por la casa. La familia se congrega en el vestíbulo para detenerla, pero Catalina se muestra implacable. Alonso le suplica que no se marche, Manuel le pide explicaciones, pero ella solo responde que lo hace por sus hijos y que nadie puede detenerla. La tensión estalla en un adiós desgarrador: “No podéis”, susurra, antes de subir al carruaje que la llevará lejos de la finca.

La Promesa', avance del capítulo 678 del jueves 18 de septiembre

El vehículo se aleja por el camino levantando polvo, mientras los Luján quedan inmóviles, consumidos por la incertidumbre y el dolor. Nadie comprende de qué huye Catalina ni si volverán a verla. Solo saben que algo oscuro se cierne sobre La Promesa, una amenaza invisible que ya ha comenzado a cobrarse víctimas.

En esta jornada sombría, la casa queda marcada por ausencias y secretos: Catalina marchando con sus hijos, Pía rota por la separación de Dieguito, Vera atrapada en su propio tormento, Manuel desconfiando de quienes lo rodean, y Curro y Ángela resistiendo bajo el acecho de Lorenzo. La finca, que bajo el sol parece un lugar idílico, se convierte en una jaula llena de trampas y peligros.

El capítulo 678 cierra con la imagen del carruaje alejándose, mientras sobre La Promesa cae una sombra más oscura que nunca. La pregunta queda suspendida en el aire: ¿logrará alguien detener la amenaza del barón o será Catalina la primera de muchas en caer bajo su poder?