JUEVES: PETRA EN SU HORA MÁS OSCURA || CRÓNICAS de la serie La Promesa
En la promesa, el eco de la muerte empieza a rondar los pasillos
Amigos y seguidores de La Promesa, lo que se avecina en los próximos capítulos es un torbellino de emociones que nos dejará con el corazón en un puño. Esta vez, el centro de todas las miradas no está en una boda frustrada ni en una intriga familiar, sino en la figura de Petra Arcos, la mujer que durante años ha ejercido con mano dura y sin concesiones como ama de llaves del palacio. Altiva, rígida, inflexible, Petra parece enfrentarse ahora a su mayor enemigo: la enfermedad y la fragilidad de su propio cuerpo.
Desde hace ya varios episodios se nos viene advirtiendo de que algo no marcha bien. Dolores insoportables, desmayos en medio de los pasillos, pérdida total de apetito y un carácter cada vez más áspero con quienes la rodean son las señales que anuncian que Petra se apaga. Lo que en un principio podría haber parecido un simple malestar pasajero empieza a tomar la forma de una condena irreversible. Y la gran pregunta que todos se hacen es si estamos ante la antesala de su muerte.
Lo que veremos en esta nueva semana es, sin duda, un punto de inflexión en su historia. Petra, fiel a su carácter obstinado, se niega a reconocer su debilidad y, mucho menos, a ser examinada por un médico. Cuando María Fernández, siempre atenta aunque temerosa, intenta cubrir sus ausencias y organizar los turnos en su nombre para que nadie sospeche, lo hace con la esperanza de protegerla, pero también con el miedo de estar encubriendo algo mucho más grave. La terquedad de Petra se convierte en un muro que impide que reciba ayuda, pero también muestra una faceta desconocida: el miedo a ser vista como frágil, a perder la autoridad que tanto le ha costado imponer.
Sin embargo, la situación pronto se vuelve insostenible. El padre Samuel, preocupado por el estado visible de la mujer, decide actuar y trae al doctor Salazar para que la examine. A pesar de las protestas airadas de Petra, el médico logra revisarla y el diagnóstico es demoledor: demasiada presión acumulada, un malestar crónico que la medicación ya no logra paliar y la recomendación de reposo absoluto. Para Petra, que ha construido toda su vida en torno al trabajo y al control del servicio, esta orden es más humillante que la propia enfermedad. Rechaza descansar y exige seguir cumpliendo con sus tareas, aunque apenas puede sostenerse en pie.
Aquí es donde la trama se vuelve aún más angustiosa. La enfermedad de Petra refleja también la realidad de una época: estamos en 1916, un tiempo en el que la pérdida de apetito era considerada una señal de enfermedad grave. Úlceras, tuberculosis o incluso tumores solían manifestarse con síntomas similares. Y todo apunta a que el mal que consume a Petra podría ser la tuberculosis, esa dolencia que tantas vidas segó en aquellos años.
La gran tensión de la semana llega cuando Petra desaparece de la vida cotidiana del palacio. Deja de acudir a sus labores, no baja al comedor, no aparece en la zona de servicio. Las horas pasan, se convierten en días, y nadie la ve. El rumor corre como pólvora entre los criados: ¿ha muerto Petra en su habitación? El miedo se apodera de todos. Nadie se atreve a abrir la puerta de sus aposentos para comprobarlo. La idea de encontrarse con su cadáver pesa como una losa, y el silencio que se extiende en la casa es tan aterrador como la certeza de que algo terrible ha sucedido.
En medio de este ambiente enrarecido, María Fernández se convierte en el personaje clave. Ella, que tantas veces ha tenido choques con Petra, es también la única que de verdad se preocupa por su estado. Pero aquí se abre un dilema doloroso: por un lado, su miedo la paraliza, pues no soporta la idea de ser la primera en descubrirla muerta. Por otro, su conciencia le dice que no puede abandonarla a su suerte, que debe acompañarla en sus últimas horas si realmente se está apagando. La escena de María, debatiéndose entre el temor y el deber, será una de las más conmovedoras. Y los espectadores nos preguntaremos con ella: ¿tendrá el valor de entrar y enfrentarse a la verdad?
Las cocineras, Candela y Simona, aportan la voz del rumor y la sabiduría popular. Candela, siempre directa, lo resume con crudeza: cuando alguien deja de comer, es porque la muerte ya está cerca. Sus palabras se convierten en un eco que resuena en toda la servidumbre, aumentando la sensación de que la guadaña ronda los pasillos de La Promesa. Algunos criados confiesan que echan de menos a Petra, mientras otros, en silencio, no pueden evitar sentir alivio al imaginar el palacio sin sus gritos y sin su carácter implacable. Pero todos coinciden en algo: el miedo a lo desconocido.
El posible fallecimiento de Petra no es solo un asunto personal, sino también un terremoto para la estructura del palacio. Si ella desaparece, Ballesteros tendría las manos libres para imponer su régimen sin oposición en la zona de servicio, consolidando su poder absoluto. Además, Petra guarda secretos muy importantes, en especial aquellos que involucran a la marquesa de Luján. ¿Qué ocurrirá si muere sin revelarlos? La posibilidad de que esos misterios se pierdan para siempre añade un nuevo nivel de intriga y de peligro.
La angustia de estos capítulos reside en la incertidumbre: ¿seguirá Petra con vida en su habitación o ya ha emprendido el viaje sin retorno? Nadie lo sabe, nadie se atreve a comprobarlo, y el silencio se convierte en protagonista. Cada mirada, cada conversación en voz baja en la cocina o en los pasillos refuerza la idea de que la muerte camina entre ellos, invisible pero implacable.
Más allá del destino de Petra, esta trama nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la autoridad y el miedo. Petra siempre fue una figura temida, respetada más por imposición que por afecto. Ahora, en su fragilidad, la vemos enfrentarse a lo que más detestaba: la compasión y la vulnerabilidad. Su caída es, de algún modo, también el fin de una era en La Promesa.

Los espectadores viviremos esta semana con el corazón encogido, sabiendo que asistimos a lo que podría ser la última aparición de un personaje fundamental. Si Petra muere, no solo será el adiós de una mujer compleja y fascinante, también el inicio de una cadena de consecuencias que afectarán a todos los rincones del palacio. Su desaparición abriría la puerta a nuevas luchas de poder, a secretos enterrados y a un cambio en el equilibrio de fuerzas que definirá el futuro de la historia.
La lenta agonía de Petra Arcos se convierte así en el centro de la trama, un relato cargado de dramatismo que nos recuerda que en La Promesa nada es eterno, y que incluso los personajes más duros y aparentemente invencibles pueden quebrarse cuando la enfermedad los alcanza.
El eco de la muerte ronda los pasillos, y cada episodio será un paso más hacia la verdad que todos temen. ¿Será este el final definitivo de Petra o aún queda una última sorpresa en su historia? Esa es la pregunta que nos acompañará durante toda la semana, manteniéndonos pegados a la pantalla en busca de una respuesta.