Avance Sueños de Libertad, capítulo 389: Celoso, Don Pedro ataca a Digna

Avance ‘Sueños de libertad’: Celoso, Don Pedro agrede a Digna en el capítulo 389 (9 de septiembre)

El amanecer del martes 9 de septiembre parecía un cuadro de calma en Toledo, con un sol tibio iluminando las calles y los patios de las casas. Sin embargo, bajo esa apariencia serena, los muros de Perfumerías De la Reina escondían un hervidero de emociones, traiciones y decisiones que marcarían un antes y un después en la vida de sus protagonistas. El ambiente estaba cargado de aromas a lavanda y jazmín, pero también impregnado de secretos, resentimientos y viejas heridas que se abrían con fuerza. El destino había preparado una jornada en la que los lazos de sangre, el amor y los celos se entrelazarían en una espiral de tensión y dolor.

En el despacho de Damián, la pesada atmósfera lo envolvía todo. La cena de la noche anterior había terminado en desastre, dejando aún más fracturada su relación con Tasio. El empresario, con la mirada fija en los árboles del jardín, sentía el fracaso como un peso insoportable. Fue entonces cuando apareció Ángela, con un bolso de viaje en la mano y el alma marcada por la tristeza. Llegaba para despedirse, convencida de que su presencia solo avivaba el odio de su hijo. Pero Damián, dejando a un lado su orgullo, la detuvo con súplicas que pocas veces se habían escuchado de su boca. Le pidió quedarse, no como patrón, sino como un padre desesperado que necesitaba de ella para no perder definitivamente a Tasio. Tras una dura lucha interna, Ángela aceptó posponer su partida, aunque sin saber si tomaba la decisión correcta o el error más grande de su vida.

Don Pedro no puede controlarse y besa a Digna: "Esto es inevitable"

Mientras tanto, en otra parte de la fábrica, Joaquín enfrentaba a Irene con un dolor que lo desgarraba por dentro. Descubrir su implicación en los planes de sabotaje de Pedro había sido un golpe devastador. El hombre que la amaba no podía comprender tanta mentira. Irene, entre lágrimas, intentaba justificarse, asegurando que había actuado bajo amenazas de su hermano. Pero Joaquín ya no veía a la mujer dulce que conquistó su corazón, sino a una traidora. Con voz fría y definitiva, le anunció que para él estaba muerta, sin posibilidad de perdón. Irene, hundida, quedó sola, sabiendo que había perdido mucho más que la confianza de un hombre: había perdido el amor verdadero.

En la casa grande, Marta y Pelayo intentaban ganar tiempo frente a la amenaza de una inspección que podía hundir a la empresa. Con estrategias de cortesía, agasajaban al gobernador civil de Toledo, Miguel Ángel Vaca, esperando su intervención. Pero el funcionario, implacable en su postura, dejó claro que no cedería ante favores. La inspección seguiría adelante con todo rigor, y no podía exponerse a ningún tipo de favoritismo. La sonrisa de Marta se borró en seco, y la pareja comprendió que la supervivencia de su imperio dependía solo de su propia capacidad de resistencia.

Por otro lado, Ángela buscó acercarse a su hijo Tasio, pero el reencuentro fue una batalla de reproches. Él la acusaba de haberse dejado manipular por Damián, mientras defendía a Pedro como el único que le había dado una oportunidad real. Ángela, desesperada, trataba de abrirle los ojos, advirtiéndole de que Carpena lo estaba usando. Tasio, cegado por el rencor hacia su padre biológico, rechazó a su madre y eligió la soledad antes que aceptar sus consejos. Un nuevo golpe para Ángela, que veía cómo su esfuerzo por recomponer los lazos familiares se desmoronaba.

En medio de tanta tormenta, Digna encontró en Damián un refugio inesperado. La mujer, cansada de las sombras que envolvían a Pedro, buscaba un respiro junto a su nieta Julia. Allí, en los jardines de la casa grande, coincidió con su cuñado. Entre confidencias y miradas cargadas de comprensión, ambos compartieron un instante de paz. Damián le ofreció su apoyo incondicional, recordándole que no estaba sola, y Digna, entre lágrimas, agradeció aquellas palabras que le devolvían fuerzas para seguir adelante. Pero en el fondo, los dos sabían que la tormenta apenas estaba comenzando.

En el laboratorio, otra tensión latente se manifestaba. Desde el beso impulsivo de Cristina, el ambiente con Luis se había vuelto insoportable. Ella, avergonzada, intentaba borrar lo ocurrido, mientras él buscaba recuperar la normalidad. La llegada de Luz, sin embargo, desató aún más sospechas. Percibió de inmediato esa corriente subterránea entre su prometido y la ayudante, y aunque ninguno lo admitiera, el clima en la sala lo decía todo. Más tarde, Luis terminaría confesando a Luz la verdad: Cristina lo había besado. Aunque insistió en que no significaba nada, la herida en la confianza ya estaba abierta y difícilmente podría cerrarse.

En otro rincón de la trama, María se llenaba de un nuevo propósito: quería ser madre y pensaba en la adopción como camino. Con el apoyo del párroco Agustín, intentaba convencer a Andrés, su pareja, de dar ese paso. En paralelo, la relación con Begoña, antes marcada por disputas, parecía encontrar un resquicio de tregua. María se acercó a su cuñada con sinceridad, prometiendo dejar de lado los enfrentamientos. Un gesto que dejaba entrever posibles cambios en la dinámica familiar, aunque el futuro diría si esas promesas podían sostenerse.

Capítulo 233 de Sueños de libertad; 28 de enero: Damián, celoso, le pregunta a Digna si mantiene una relación con don Pedro

Pero el momento más oscuro llegó con la noche. Don Pedro, dominado por los celos y la paranoia, regresó a casa convencido de que Digna lo había traicionado, contándole a Damián su estado de salud. En su mente enferma, todo encajaba: su mujer siempre había estado del lado de su rival. La discusión estalló como un incendio, con gritos y acusaciones que traspasaban cualquier límite. La rabia de Pedro se desató y, en un arrebato violento, agarró con brutalidad a Digna. Ella intentó zafarse, aterrorizada, pero en el forcejeo perdió el equilibrio. Un empujón la lanzó contra el marco de la puerta, golpeándose con un estruendo seco. El impacto la dejó en el suelo, herida, con la cara marcada por el dolor y la sangre.

El silencio que siguió fue estremecedor. Pedro, todavía temblando, miró a su esposa caída y comprendió, demasiado tarde, la gravedad de lo que había hecho. La furia dio paso al pánico y al arrepentimiento, pero ya nada podía borrar la violencia que había desatado en su hogar. Se arrodilló junto a ella, murmurando palabras de desesperación, consciente de que había cruzado una línea sin retorno. La herida de Digna no era solo física, sino también un reflejo del quiebre definitivo en su matrimonio. Esa noche marcaría un antes y un después en sus vidas, y el eco de aquel golpe resonaría como una condena.

El capítulo 389 promete ser un torbellino de emociones, donde la violencia, la traición y la desesperación se entrelazan con los últimos intentos de amor y reconciliación. Lo que parecía un día más en la vida de los De la Reina se convierte en una jornada decisiva, donde los corazones se rompen y los cimientos de la familia tiemblan. Toledo duerme bajo un manto de silencio, pero en el interior de sus casas y fábricas, las pasiones se desatan como nunca antes.