Avance del capítulo de ‘Sueños de libertad’ de hoy: Gaspar encuentra a José malherido
La noche había caído sobre la ciudad, y una densa neblina se cernía sobre las calles, envolviendo todo en un manto de misterio y peligro. Gaspar, con el corazón acelerado, caminaba por un callejón oscuro, sus pensamientos agitados y su mente en alerta. Había recibido un mensaje críptico que le decía que José estaba en problemas, y no podía ignorar la sensación de urgencia que lo empujaba a seguir adelante.
Las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos, pero aquí, en este rincón sombrío, todo parecía desvanecerse en la penumbra. Gaspar sabía que José había estado involucrado en situaciones peligrosas últimamente, pero nunca imaginó que las cosas pudieran llegar a este punto. “¿Qué te ha pasado, amigo?”, murmuró para sí mismo, sintiendo que la ansiedad comenzaba a apoderarse de él.
La búsqueda desesperada
Mientras avanzaba, recordaba las últimas conversaciones que había tenido con José. Había advertido sobre ciertos peligros, sobre personas con las que no debería meterse, pero José siempre había sido un espíritu libre, incapaz de escuchar advertencias. “Siempre tienes que ir un paso más allá”, pensó Gaspar, sintiendo que la preocupación se intensificaba.
Finalmente, llegó a un lugar que le resultaba familiar, un viejo bar que solían frecuentar. La puerta estaba entreabierta, y una luz tenue se filtraba desde el interior. Gaspar sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras se acercaba. “José, ¿estás aquí?”, llamó, su voz resonando en el silencio. No hubo respuesta, solo el eco de sus propias palabras.
Decidido a no rendirse, empujó la puerta y entró. El lugar estaba casi vacío, con solo un par de personas sentadas en la barra, murmurando entre ellas. Gaspar se acercó al bartender, un hombre de rostro cansado y mirada desconfiada. “¿Has visto a José? Necesito encontrarlo”, preguntó, sintiendo que la urgencia se apoderaba de él.
El bartender lo miró de reojo, como si sopesara si debía hablar. “No sé de qué hablas”, respondió con desdén, pero Gaspar no iba a dejarse intimidar. “¡Por favor! Es importante. Su vida podría estar en peligro”, insistió, sintiendo que la frustración comenzaba a brotar.

La revelación inesperada
Justo cuando estaba a punto de rendirse, un hombre entró en el bar. Su rostro estaba pálido, y sus ojos reflejaban un miedo palpable. “¿Gaspar? ¡Rápido, ven!”, gritó, y Gaspar sintió que su corazón se hundía. “¿Qué pasa?”, preguntó, sintiendo que la inquietud lo invadía. “José… lo han atacado. Está en el callejón detrás del bar”, dijo el hombre, su voz temblando.
Sin pensarlo dos veces, Gaspar salió corriendo, su mente llena de imágenes aterradoras. “No, no, no…”, repetía para sí mismo, sintiendo que el pánico se apoderaba de él. Al llegar al callejón, la escena que encontró fue devastadora. José yacía en el suelo, malherido, con la ropa empapada de sangre.
“¡José!”, gritó Gaspar, arrodillándose a su lado. José levantó la cabeza débilmente, sus ojos llenos de dolor y confusión. “Gaspar…”, murmuró, su voz apenas un susurro. “¿Qué te ha pasado? ¿Quién hizo esto?”, preguntó, sintiendo que la rabia y la tristeza se mezclaban en su interior.
José intentó sonreír, pero el dolor era evidente en su rostro. “No… no era lo que pensabas. Me metí en problemas, pero no quería que esto sucediera”, dijo, luchando por hablar. Gaspar sintió que la impotencia lo invadía. “Voy a ayudarte. No te preocupes, todo va a estar bien”, dijo, tratando de calmarlo mientras buscaba su teléfono para llamar a una ambulancia.
La lucha por la vida
Mientras esperaba la llegada de ayuda, Gaspar miró a su alrededor, sintiendo que el miedo se apoderaba de él. “¿Quién te hizo esto, José? Necesito saberlo”, insistió, sintiendo que el tiempo se desvanecía. “Fue… un grupo. No sé quiénes eran, pero estaban buscando venganza. Pensaron que tenía algo que ver con lo que pasó en el barrio”, confesó José, su voz llena de dolor.
Gaspar sintió que la rabia comenzaba a burbujear en su interior. “No puedo creerlo. Siempre te dije que te alejaras de esos tipos”, dijo, sintiendo que la frustración lo consumía. “Lo sé, lo sé… pero no podía dejarlo pasar. Tenía que defender a mis amigos”, respondió José, sintiendo que la lucha por mantenerse consciente se volvía más difícil.
“¡No te rindas, José! La ambulancia está en camino”, dijo Gaspar, sintiendo que la desesperación comenzaba a apoderarse de él. “No sé si podré…”, murmuró José, sintiendo que la oscuridad comenzaba a envolverlo. “¡Mira, no puedes dejarme! Tienes que luchar!”, gritó Gaspar, sintiendo que las lágrimas comenzaban a asomarse.
La llegada de la ayuda
Finalmente, el sonido de sirenas resonó en