AVANCE DE SUEÑOS DE LIBERTAD, MIÉRCOLES 17 DE SEPTIEMBRE, ANTENA 3, CAPÍTULO 398, BEGOÑA NO SE RINDE

Hola amigos, hoy les traigo el avance del capítulo 398 de Sueños de Libertad

El episodio arranca en la cantina, un espacio cargado de silencios incómodos y sentimientos encontrados. Allí, Damián se acerca con cautela a Tasio para recordarle que no tiene por qué forzarse en el trabajo. Le dice con tono comprensivo que puede tomarse todos los días que necesite, que Andrés puede cubrirle como él mismo lo ha hecho en otras ocasiones. Pero Tasio, con una frialdad que esconde dolor, responde que prefiere seguir trabajando. El aniversario de la banda de la reina está encima y él prefiere refugiarse en la rutina antes que detenerse a pensar en lo que siente.

Damián insiste, mostrándose preocupado. Le recuerda que en algún momento necesitará un respiro, porque la vida tarde o temprano le obligará a enfrentarse a sus emociones. Tasio agradece el gesto, recordando también que en el día del funeral valoró que Damián respetara su deseo de no acompañarle. Sin embargo, la conversación se torna más personal. Damián abre su corazón y confiesa que no asistió porque sabía que esa era la voluntad de Tasio, pero que le dolió profundamente no estar a su lado en un momento tan duro. Reconoce sus errores del pasado, admite que nunca tuvo el valor de hacer las cosas como debía y recalca que para él tanto Tasio como Ángela siempre fueron muy importantes. Ahora quiere reparar el daño, aunque sabe que no puede pedirle que lo considere como un padre de la noche a la mañana.

Avance del próximo capítulo de Sueños de libertad: Begoña quiere salvar al  ladrón que la atacó

Pero Tasio lo corta en seco. Le dice que, en este instante, tampoco se siente capaz de tratarle como a un padre. Aun así, Damián, con voz cargada de pesar, le llama “hijo” y asegura que no quiere más guerras familiares. Le recuerda que su madre fue quien insistió en tender puentes entre ambos y que está dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario. Con firmeza, promete no rendirse hasta que Tasio se sienta parte de la familia.

Minutos después, la tensión se traslada al despacho de la familia de la reina, donde Tasio se encuentra con Andrés. Tras un intercambio cordial en el que Andrés le pregunta cómo se siente, pronto pasan a asuntos empresariales. Andrés, con franqueza, le dice que para él es como un hermano, pese a no haber crecido juntos, y que intentará por todos los medios que los problemas de la empresa no interfieran en su relación personal. Pero Tasio, escéptico, señala que los negocios siempre se interponen, queramos o no.

Andrés no lo niega, pero recalca que la situación se complica más que nunca. Llega entonces el tema crucial: la salud de don Pedro. Andrés plantea la necesidad de reemplazarlo cuanto antes, para asegurar una transición estable antes de que sea demasiado tarde. Explica que Gabriel ya les informó de la posibilidad de elegir a un sucesor entre los accionistas, siempre que exista unanimidad. Él, su padre, Marta y María ya están decididos a votar por un cambio. Los Merinos son una incógnita, pero el voto de Tasio será determinante.

Tasio no puede ocultar su molestia. No entiende la urgencia de lo que considera un acto humillante hacia don Pedro. Propone esperar, dejar que el anciano se marche en paz antes de arrebatarle el mando. Andrés, sin embargo, insiste en que nadie busca deshonrarlo, pero la empresa necesita un liderazgo sólido y constante. Expone que don Pedro apenas aparece por la oficina y que los proveedores y clientes necesitan ver fortaleza en la dirección. Tasio replica que, a pesar de todo, Pedro aún es capaz de tomar decisiones sin titubear. Pero Andrés sentencia que la ausencia pesa más que la capacidad.

La conversación se enciende cuando Tasio, con ironía, sugiere que ya han decidido en familia quién reemplazará a Pedro. Andrés no lo niega y confirma que Marta es la candidata ideal, pues ya fue directora y saben que puede sacar adelante la empresa. Incluso le adelanta que la reunión definitiva podría celebrarse ese mismo día. Tasio, más irritado que antes, agradece con frialdad y se retira del lugar.

Mientras tanto, en otra escena cargada de tensión emocional, Cristina visita a Irene. Con cierto nerviosismo le pide disculpas por interrumpirla en mal momento. Irene, rodeada de papeles, confiesa que está agobiada porque todos esos documentos deben llevar la firma de Pedro y no sabe cómo proceder en su estado. Cristina sugiere llevarlos personalmente para que los firme, pero Irene lo rechaza de plano. No quiere volver a verle.

Cristina insiste, recordando que fue a visitarlo el día anterior para comprobar si lo que decía en su carta era cierto. Irene reacciona con hostilidad: nada que provenga de su hermano puede ser verdad. Pero Cristina asegura que esta vez lo vio distinto, arrepentido, y que cree en la sinceridad de sus palabras. Irene no lo tolera y le advierte que Pedro es un maestro de la manipulación, alguien que ella misma sufrió demasiado de cerca. Para Irene, lo único que busca ahora es no morir solo. Cristina intenta convencerla de que Pedro actuó siempre creyendo que lo hacía para protegerla, aunque equivocadamente. Sin embargo, Irene se mantiene firme: para ella, Pedro sigue siendo el mismo de siempre, incapaz de un arrepentimiento real.

Paralelamente, en el dispensario, Begoña no puede contener más sus sospechas y se abre con Luz. Le confiesa que no deja de darle vueltas a la posibilidad de que María haya recuperado la sensibilidad en las piernas. Luz se sorprende y le pide explicaciones. Begoña cuenta que notó incoherencias: los zapatos manchados de barro mientras la silla estaba limpia, ruidos extraños en su habitación que parecían pasos y, sobre todo, la actitud esquiva de María. Insiste en que Luz la examine cuanto antes, aunque esta lo considera una locura.

Aun así, Begoña sostiene que tiene sentido: cree que María lleva tiempo ocultando que puede caminar, motivo por el cual despidió a Olga y buscó rehabilitación en secreto, en una clínica de Madrid. Incluso llamó a la clínica El Buen Pastor, pero se negaron a darle información. Luz, incrédula, trata de disuadirla, pero al final acepta examinar a María para calmar su ansiedad.

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De nuevo en la secretaría, el enfrentamiento entre Irene y Cristina alcanza un punto álgido. Cristina le recuerda a Irene que le prometió estar al lado de Pedro si decía la verdad sobre Pepe. Irene admite la promesa, pero sostiene que Pedro jamás fue sincero. A su juicio, sabe perfectamente dónde está José. Cristina, sin embargo, asegura que el detective descartó cualquier vínculo entre Pedro y la desaparición. Irene, fría y firme, insiste en que él miente, como siempre.

Cristina le confiesa que Pedro está destrozado desde que Irene se fue de casa y que lo único que le importa es recuperar a su hermana. Incluso a ella le pidió perdón y ella lo perdonó. Pero Irene responde con dureza: perdonar no es posible después de tanto daño. Aunque Cristina le advierte que podría arrepentirse si no lo hace antes de que Pedro muera, Irene lo niega categóricamente. Para ella, no se trata de rencor, sino de dolor profundo, un dolor que no se borra con palabras de arrepentimiento.

El capítulo avanza con esta carga emocional, mostrando cómo las heridas del pasado siguen marcando el presente de los protagonistas. Mientras unos luchan por recomponer lazos familiares rotos, otros prefieren enterrar cualquier intento de reconciliación. Y en medio de todo, los secretos y sospechas sobre la salud de María añaden un nuevo elemento de intriga que promete sacudir los cimientos de la historia.