📺 Spoiler Sueños de Libertad: María juega sus cartas más peligrosas mientras la tragedia golpea y los secretos amenazan con salir a la luz

El avance del capítulo 392 de Sueños de Libertad arranca con un impacto que no deja indiferente a nadie: la radio anuncia con voz solemne una noticia desgarradora. Un autobús que hacía la ruta entre Toledo y Sonseca se precipitó por el barranco del perro, dejando un saldo de muertos y heridos que hiela la sangre. La tragedia obliga a la rápida intervención de las autoridades, mientras los oyentes sienten cómo una ola de dolor inunda el ambiente desde primeras horas de la mañana. En ese instante, en casa, María recibe su terapia con Olga, quien masajea con fuerza su pierna, provocándole un gesto de dolor. María, en medio del sufrimiento físico y del peso emocional de la noticia, pide apagar la radio porque no soporta más desgracias tan temprano. Con serenidad, pide a Olga una infusión, y cuando la enfermera se marcha, la protagonista aprovecha la soledad para probarse: se levanta de la silla, estira sus piernas y demuestra que su recuperación avanza. Sin embargo, la tensión se corta de golpe cuando alguien golpea la puerta. María se apresura a volver a sentarse para no ser descubierta. Es Damián quien entra con aire preocupado.

El encuentro entre María y Damián se convierte en el eje central de una conversación cargada de reproches, preocupaciones económicas y planes estratégicos. Él le pregunta por la rehabilitación y ella responde con una mezcla de resignación y firmeza: su noche ha sido larga, llena de pensamientos y desvelos. Damián, consciente de la situación crítica que atraviesan, asegura que pronto todo se resolverá y que la empresa volverá a funcionar con normalidad. Pero María no se deja convencer con facilidad. Asegura que remontar implicará un sacrificio enorme y arriesgado. La tensión sube cuando él insiste en que, pese a las dificultades, jamás permitirá que su nieta Julia quede desprotegida. Ha trabajado toda su vida para asegurarle un legado digno, y no piensa rendirse ahora.

María, incisiva, replica que si todo se perdiera por culpa de una mala gestión, Jesús no lo perdonaría desde la tumba. Damián intenta tranquilizarla explicando que la única salida viable es la ampliación de capital, un movimiento necesario para mantener la participación y no perder poder en la empresa. María, sin embargo, ironiza con dureza: ¿por qué deben ser ellos quienes pongan el dinero cuando fueron otros los responsables del desastre? Además, recuerda que los fondos de Julia están invertidos en bolsa y no es buen momento para vender. En ese instante lanza un dardo directo al corazón de Damián: si realmente quiere velar por los intereses de su nieta, debería ser él mismo quien aporte la parte de Julia. La reacción de Damián es de sorpresa, pero María no se detiene. Si no lo hace él, Don Pedro podría intervenir, y con ello ganar un poder que pondría en jaque a todos.

La mención de Don Pedro abre un nuevo frente de preocupación. Damián advierte que Pedro jamás haría un movimiento sin pedir algo a cambio, probablemente un voto en las juntas o incluso acciones de Julia. Ese sería un riesgo inmenso. María finge restarle importancia, aunque en el fondo sabe que su amenaza velada ha hecho mella en él. En privado, más tarde, confiesa a Gabriel que la cara de su tío al escuchar la propuesta valió la pena. Ella asegura que sabe jugar bien sus cartas y que, en el fondo, lo que más teme Damián no es el futuro de Julia, sino que Pedro adquiera más poder. Gabriel, mordaz, agrega que todo podría cambiar cuando lleguen los franceses y arrebaten lo que con tanto empeño defienden. María, con un dejo de ironía, admite que disfrutaría ese momento como una revancha personal por todas las veces que intentaron echarla de la casa.

Pero el secreto más grande sigue siendo su recuperación. Gabriel le advierte que si alguien descubre que está recuperando la movilidad en las piernas, sus planes se derrumbarán. María confiesa que ese temor la persigue: Olga, tarde o temprano, notará el avance y podría contarlo a Andrés o a Begoña. La preocupación se convierte en estrategia: Gabriel sugiere que deben deshacerse de Olga antes de que sea demasiado tarde. María, tras dudar, asiente. Ha llegado el momento de encontrar una excusa convincente para apartarla de sus vidas. Aunque rechaza las ideas retorcidas de Gabriel —como incriminarla en un robo—, la determinación de eliminar ese peligro se instala en su mente como una orden inevitable.

El plan se ve interrumpido cuando Manuela y Olga aparecen con la infusión. María, molesta, la recrimina por la tardanza, acusándola de negligencia. Sin embargo, Manuela sale en defensa de la enfermera, explicando que fue ella quien la entretuvo por un fuerte dolor cervical. Aun así, María no muestra compasión y le recuerda a Olga que bastante tiene con cuidar de una “tullida” como ella. La frialdad de sus palabras refleja la tensión creciente entre ambas y deja claro que el futuro de Olga en la casa pende de un hilo.

Mientras tanto, la trama se desplaza a la cantina, donde Cristina e Irene mantienen una conversación cargada de sospechas y dolor. Irene reconoce que sus anuncios por palabras no han tenido respuesta, lo que la desespera. Cristina, más directa, cree que algo grave le ocurrió a su padre y que su repentina desaparición no tiene sentido. Incluso sospecha que Don Pedro podría estar implicado, aunque Irene se niega a creer que su hermano sea capaz de quitarle la vida a nadie. El intercambio entre ambas destapa viejas heridas: Irene insiste en que no hay pruebas, que lo único que recibieron fueron un sobre con dinero y unas alianzas. Cristina, sin embargo, se resiste a abandonar la idea de que Pedro tuvo más que ver en el destino de su padre.

La conversación sube de tono cuando Cristina revela que no piensa quedarse de brazos cruzados. Si es necesario, pedirá ayuda a Damián para investigar. Irene, tajante, se opone: no quiere a Damián en su vida, lo considera otro manipulador que le ha hecho daño. Pero Cristina, con firmeza, le recuerda que gracias a él hoy pueden hablar madre e hija. La brecha entre ambas se abre aún más cuando Irene insiste en cortar de raíz cualquier vínculo con él, mientras Cristina afirma que ya no es tiempo de escrúpulos.

Este episodio, cargado de intrigas familiares, tensiones empresariales y amenazas veladas, deja claro que cada personaje juega una partida de ajedrez en la que las piezas se mueven con cuidado pero con ferocidad. María, decidida a ocultar su recuperación y a proteger su lugar, se adentra en un camino peligroso que podría costarle todo si Olga descubre la verdad. Gabriel se muestra como un aliado oscuro dispuesto a cualquier maniobra, mientras Damián se enfrenta a un dilema financiero y moral que podría poner en riesgo el futuro de Julia.

Y, como telón de fondo, Cristina e Irene abren la puerta a un misterio aún mayor: la desaparición del padre y el papel de Don Pedro en esa sombra. El capítulo promete un cóctel explosivo de tragedias, secretos y decisiones límite que marcarán un antes y un después en la historia.