ALONSO SUFRE… POR SER EL CABEZA DE FAMILIA Y CHILINDRINAS || CRÓNICAS y ANÁLISIS de La Promesa

Queridos promisers, antes de sumergirnos en los acontecimientos de La Promesa, no podemos pasar por alto un recordatorio lleno de respeto y memoria: se cumple el primer aniversario de la devastadora DANA que dejó 237 víctimas en toda España. Un homenaje nacional ocupó la programación y por eso, excepcionalmente, no hubo episodio. Desde este rincón de spoilers y emociones, enviamos nuestras condolencias y deseamos que tragedias así nunca vuelvan a repetirse.

Pero como en la vida y en la ficción todo sigue su curso, volvemos al universo de La Promesa, donde las tormentas no son de agua, sino de secretos, ambiciones y pasiones reprimidas. Y quien vuelve al centro de la escena es Petra, nuestra sufrida ama de llaves, aún convaleciente de su enfermedad. Su fragilidad, sin embargo, no la libra de la mirada implacable del señor Ballesteros, quien demuestra, una vez más, que la compasión y la empatía no son sus virtudes más desarrolladas.

Ballesteros sigue imponiendo su autoridad con puño de hierro, descargando sobre el servicio su frustración, su necesidad de control y su orgullo de clase. Su trato con Petra roza lo cruel: exige resultados, disciplina y lealtad, sin tener en cuenta que la mujer apenas se está recuperando. Aun así, hay algo curioso en su comportamiento: solo parece guardar cierto respeto por Curro, quizá porque el joven es el único que se atreve a hablarle sin miedo. Ballesteros, cansado de aduladores y cobardes, parece encontrar en Curro un interlocutor digno, aunque no lo admita abiertamente.

Petra, mientras tanto, enfrenta días decisivos. Tiene una oportunidad para demostrar su valía, pero si falla, el precio podría ser su despido o, peor aún, su humillación pública. ¿Estamos ante el final de “Petrarcos”? ¿Podría Ballesteros degradarla al rango más bajo, como en su día ocurrió con Pía cuando la obligaron a vestir un uniforme miserable que simbolizaba su caída? En La Promesa, todo depende de un hilo de suerte… o del capricho de quienes mandan.

J. de Cienfuegos 🌕 (@jdcienfuegos) / Posts / X

Y hablando de mandos, Alonso vuelve a ponerse la medalla del “cabeza de familia”. En el episodio, su discurso sobre el deber y el ejemplo suena casi cómico. Se autoproclama líder moral de la casa, pero la realidad demuestra otra cosa: en La Promesa, cada visitante manda más que él. Cuando llega la baronesa de Grazalema, es ella quien dicta las reglas; cuando aparece Margarita, el control pasa a sus manos; y cuando irrumpe Leocadia, su poder se impone como una tormenta. Alonso, con sus discursos de autoridad, vive en una ilusión: una promesa paralela donde él cree gobernar algo que hace mucho dejó de pertenecerle.

En verdad, su familia ya no existe como tal. Solo le queda Manuel, su hijo, y Martina, su sobrina. Su esposa, Cruz, está presa; su otra mujer, Eugenia, murió trágicamente; y sus demás parientes se han dispersado por el mundo. Vive rodeado de intrusos, manipuladores y oportunistas: Leocadia, Lorenzo, Jacobo… personajes que se han instalado en La Promesa como si fuera un nido del que nadie puede desalojarlos. Hasta los bebés, Andrés y Rafaela, parecen ser los únicos que conservan cierta inocencia en ese hogar convertido en escenario de traiciones.

Leocadia, por su parte, sigue demostrando que no hay quien la supere en manipulación. Ni siquiera las advertencias