Sueños de Libertad Capítulo 435:El Aroma de las Cenizas
El despacho de Damián de la Reina era un santuario de poder y orden, un espacio forrado en madera oscura que solía irradiar la inquebrantable autoridad del patriarca. Pero hoy, ese orden se había roto. La luz de la mañana se filtraba débilmente a través de las cortinas pesadas, revelando a Damián sentado detrás de su escritorio, el rostro pálido y la postura, normalmente erguida, ahora encorvada bajo el peso de la noticia.
Frente a él, Jesús, su hijo mayor, mantenía una distancia respetuosa pero tensa. Jesús no mostraba triunfo, sino una fría, calculada desesperación. Él mismo estaba herido por el golpe, pero su mente ya estaba en el modo de supervivencia empresarial.
“Padre… ¿estás seguro?”, preguntó Jesús, aunque el temblor en la mano de Damián al sostener el fax era suficiente confirmación.
Damián asintió lentamente, cada movimiento le costaba un esfuerzo titánico. El papel en sus manos era la notificación formal del banco: la retirada inmediata de la línea de crédito principal de Perfumerías De la Reina.
“Sí, Jesús. Es… es oficial. La junta de acreedores. El banco principal ha retirado su respaldo. Después de lo de aquella inversión en el extranjero… ya no confían.” Damián apretó los puños. “Un duro golpe, hijo. El más duro de mi vida.”
El silencio que siguió fue pesado, solo roto por el tic-tac del reloj de pared, cada segundo robando más de la estabilidad de su imperio.
“¿Pero por qué ahora? Las cifras de este trimestre son… son buenas, Padre. Estamos recuperándonos”, insistió Jesús, intentando encontrar un resquicio de esperanza en la lógica.
“No se trata solo de cifras, Jesús,” Damián levantó la mirada, y en sus ojos había una mezcla de rabia e impotencia. “Se trata de honor. Se trata de enemigos. El banco actuó con una velocidad inusual. Esto tiene la marca de una mano negra. Alguien ha movido los hilos por detrás.”
En su mente, Damián vio el rostro implacable de un antiguo rival, un hombre que juró destruir todo lo que los De la Reina habían construido.
“Tenemos que actuar rápido. Convocar a la familia. A todos”, dijo Jesús, su voz adquiriendo un tono más autoritario, el tono del hombre que sabía que debía tomar las riendas.
“No, Jesús. Aún no”, Damián agitó la mano, deteniéndolo. “Esto debe permanecer en secreto. Por ahora. Si la noticia de que el banco nos ha retirado la confianza se filtra, el pánico hundirá las acciones. Y los proveedores… nos exigirán el pago inmediato.”
Jesús se acercó al escritorio, su expresión sombría. “¿Qué haremos entonces, Padre? Si no podemos acceder a ese crédito, la producción de la nueva línea se detiene. Nos quedamos sin liquidez en menos de un mes.”
El patriarca se reclinó en su sillón, agotado. “Necesitamos dinero fresco. Dinero que no esté ligado a los bancos que nos están dando la espalda. Necesitamos un inversor externo. Alguien que apueste por nosotros… sin hacer preguntas.”
Justo en ese momento, se escucharon unos golpes nerviosos en la puerta. Begoña, la nuera de Damián y esposa de Jesús, entró, con el rostro preocupado. Llevaba en sus manos un pequeño sobre.
“Perdón por interrumpir, Padre Damián. Pero… ha llegado este telegrama. Es de la fábrica de jabones de Toledo.”
Damián tomó el telegrama con un presentimiento. Al leer las pocas y concisas líneas, el color se fue por completo de su rostro. No era un mensaje de negocio. Era una amenaza velada sobre la propiedad de una de sus parcelas clave.
“No es solo el banco, Jesús”, susurró Damián, su voz ronca. “Están atacando por todos los frentes. Este no es un golpe financiero, es una guerra total. Están intentando dejarnos sin nada.”
El patriarca, el hombre que una vez pensó que lo había visto y vencido todo, se sintió de repente pequeño y vulnerable. El futuro de Perfumerías De la Reina, el futuro de su familia, colgaba ahora de un hilo precario. Y él sabía que el enemigo estaba mucho más cerca de lo que podía imaginar