LLEGA MARGARITA: DOS REINAS, UN SOLO TRONO EN LA PROMESA || CRÓNICAS de #LaPromesa #series

Ángela y el Desafío a Medianoche 

El reloj del palacio marcará casi la medianoche cuando todo comience. Un silencio denso envolverá La Promesa, y solo el leve murmullo del viento entre los jardines acompañará los pasos apresurados de Ángela, que se deslizará entre las sombras con el corazón acelerado. Llevará un manto oscuro y una mirada decidida: aquella noche no hay vuelta atrás. En el patio, Beltrán la esperará con una mezcla de ansiedad y celos mal disimulados. Él lo sabe: no puede detenerla, por más que le duela. “¿Estás segura de que quieres hacer esto?”, preguntará con voz contenida. Ella lo mirará directamente a los ojos, con una firmeza que nunca había mostrado. “Prometí cumplir mi palabra, Beltrán, pero también me prometí a mí misma que tendría un último momento con él. Después… haré lo que sea necesario.”

Con una resignación amarga, Beltrán se apartará. “Entonces ve, pero vuelve antes del amanecer. Quiero que vuelvas.” Ángela asiente con un suspiro, sabiendo que esas palabras esconden una súplica más profunda. “Volveré”, responderá con voz firme, aunque en su interior no esté tan segura.

Minutos después, en la entrada lateral del palacio, Curro la espera nervioso, con el rostro iluminado por una lámpara tenue. Al verla, sonríe, aliviado. “Pensé que no vendrías.” “No me iría sin despedirme de ti”, responde ella, y esa frase marca el inicio de su huida. Juntos cruzan los límites de La Promesa, dejando atrás las reglas, las miradas y los muros que los separaban. El camino hacia las montañas se vuelve un refugio para su amor imposible, un viaje silencioso bajo un cielo cubierto de estrellas.

Durante horas cabalgan sin hablar, pero sus manos se rozan de vez en cuando, temblorosas, y ninguno intenta apartarse. Cuando el amanecer empieza a teñir el horizonte, llegan a lo alto de una montaña donde una pequeña cabaña de madera los espera. “Es aquí. Nadie nos encontrará”, dice Curro con una sonrisa tímida. Ángela observa el paisaje nevado con los ojos brillantes. “Parece un sueño.” Dentro, el fuego arde en la chimenea, iluminando sus rostros mientras se sientan uno junto al otro. Hablan del pasado, de los miedos y de los sueños que nunca se atrevieron a confesar. “Si el mundo fuera otro”, murmura Curro, “te llevaría lejos, donde nadie pudiera obligarte a nada.” Ella le responde suavemente: “Si el mundo fuera otro, me iría contigo sin pensarlo.”

La Promesa - Temporada 4 - Episodio 674

La noche cae lenta. Afuera, la nieve comienza a cubrir la montaña. Ángela abre la puerta y contempla el paisaje blanco. Curro se acerca, la envuelve con su manto y le susurra: “Es hermoso, pero no tanto como tú.” Permanecen así, abrazados, observando la nevada, congelando el tiempo en un instante de paz. Por unas horas, el amor prohibido se convierte en la única verdad posible.

Al amanecer, el sol ilumina el refugio. Durante varios días, Ángela y Curro viven alejados del mundo: caminan por los bosques, ríen, se mojan en cascadas cristalinas, y cada palabra compartida parece curar las heridas del alma. “Es el lugar más hermoso que he visto”, dirá ella mirando la caída del agua. “Y pensar que casi no te traje”, responde él entre risas. El amor los envuelve con una ternura que no habían conocido jamás.

Pero todo sueño tiene su final. En el séptimo día, el aire se vuelve más frío y la tristeza empieza a filtrarse entre ellos. Sentados en el porche, observan el atardecer sin hablar. Ángela rompe el silencio: “Mañana estaré de vuelta en el palacio, casada con un hombre al que no amo.” Curro aprieta los puños. “No digas eso.” Ella lo mira con amargura. “Le di mi palabra a Beltrán. No puedo romperla.” Curro se levanta, desesperado. “¿Y qué somos nosotros entonces?” Ella baja la mirada. “Solo un bonito recuerdo.”

Pero él no puede aceptarlo. “No, Ángela. Todavía tenemos una elección. Cásate conmigo primero.” Ella lo mira, incrédula. “¿Qué?” “Cásate conmigo, en secreto. Si estamos casados, nadie podrá obligarte a casarte con otro.” Ella retrocede, confundida. “Hablas de algo imposible.” Curro toma sus manos. “Si lo hacemos, seré tu marido, y Leocadia no podrá usarte como moneda.” Ángela lo observa en silencio y luego, con una mezcla de tristeza y valentía, dice: “El matrimonio no me protegerá, Curro. Solo hay una cosa que podría hacerlo.” Él frunce el ceño. “¿Qué cosa?” Ella lo mira fijamente. “Un embarazo. Si estuviera esperando un hijo tuyo, nadie podría casarme con otro hombre.”

Curro retrocede horrorizado. “Ángela, eso es una locura.” Ella insiste: “Es la única manera.” Pero él niega con fuerza. “No puedo permitirlo. No así. No quiero que te destruyas por mí.” Ella, dolida, lo acusa: “¿Entonces amarte también es un error?” Las lágrimas de ambos se confunden con la lluvia que golpea los cristales. La discusión termina con un silencio devastador. Al amanecer, el fuego se ha apagado y solo queda el eco de lo que fue.

El regreso al palacio es lento y sombrío. Ninguno se atreve a hablar. Cuando La Promesa aparece en el horizonte, Ángela aprieta la mano de Curro. “Ahora es cuando todo cambia.” Él responde: “No importa lo que pase, estaré aquí.”