Jana se sorprende por lo que descubre en el pasadizo secreto | Avances de La Promesa (1-5 de noviembre)

Título: “La Promesa: El eco del secreto prohibido bajo las paredes del palacio”

El nuevo capítulo de La Promesa se abre bajo una atmósfera cargada de misterio, donde cada suspiro y cada paso resuena como un presagio. Las tensiones en el palacio de los Luján alcanzan un punto de ebullición. Ana, empujada por el amor hacia Manuel y la lealtad a su familia, acepta guardar silencio sobre los asuntos financieros de la casa, pero su alma inquieta no puede permanecer inmóvil. Sabe que entre los muros de piedra se oculta una verdad que nadie se atreve a pronunciar. Con la determinación que solo nace de la sospecha, su búsqueda la conduce hacia los dominios de Cruz, donde las sombras parecen tener voz y los ecos del pasado se confunden con el presente. Es Leocadia quien, con su característico temple, la anima a seguir: “Es hora de que las mujeres de este palacio reclamen su lugar”.

Mientras tanto, los secretos del corazón amenazan con volverse escándalo. El padre Samuel ha decidido quedarse en La Promesa, y aunque su voto de fe debería mantenerlo apartado de las pasiones terrenales, sus ojos lo traicionan cada vez que se cruzan con los de María Fernández. Catalina los sorprende en una conversación íntima y, en un instante, comprende que entre ellos no hay solo devoción, sino un vínculo que puede costarles todo.

Cruz, cada vez más consciente de que el poder se le escapa de las manos, mueve sus piezas con precisión de estratega. Ordena a Curro que someta a Ángela, manipulando sus sentimientos con la excusa de protegerla, y presiona a Martina para que le venda su parte del patrimonio. Pero esta vez, sus artimañas chocan contra la inteligencia fría de Catalina y el creciente valor de un Curro que, frente a Ángela, muestra más corazón que obediencia. Por primera vez, la duda lo paraliza: ¿cumplir con su deber o seguir lo que siente?

Avance semanal 'La Promesa' del 16 al 20 de diciembre: Sin rastro de Jana y  un inesperado intruso

En las cocinas, la tensión se mezcla con el olor a pan recién hecho. Desaparecen sacos de harina y la sospecha se extiende entre los criados. Alonso, agobiado por las deudas, se prepara para vender parte de sus bienes y teme que pronto deba despedir a los sirvientes. Pero Rómulo, siempre fiel, intenta hallar una salida. Cree que la unión y el sacrificio colectivo podrían salvarlos, aunque el tiempo corre en su contra.

Mientras los nobles discuten sobre herencias y títulos, los sirvientes viven bajo el peso del miedo. Petra, debilitada por la enfermedad y la presión, lucha por conservar su puesto, pero Leocadia exige su despido, convencida de que su debilidad puede poner en riesgo el orden de la casa. En ese ambiente opresivo, María Fernández encuentra en el padre Samuel el único refugio donde su corazón puede respirar. Él la escucha, la comprende, y aunque intenta mantener la distancia, ambos saben que están atrapados en un sentimiento que ya no pueden negar.

Las sombras, sin embargo, no descansan. Ana sigue los susurros que provienen de las paredes antiguas. Con la ayuda de Teresa, decide adentrarse en la habitación de la marquesa Cruz. Recorren cada rincón con sigilo: los muebles, el antiguo hogar de piedra, los tapices cubiertos de polvo. Todo parece inmóvil, pero Ana presiente que hay algo más. Teresa recuerda los sonidos que ella y Marcelo oyeron tiempo atrás: golpes sordos, como si dos habitaciones vecinas compartieran un secreto. La idea de un pasadizo oculto se apodera de ellas, y aunque las pruebas son escasas, la sensación de estar al borde de un descubrimiento las mantiene en vilo.

Finalmente, la búsqueda da fruto. Ana logra forzar una puerta oculta tras una pared del salón. El aire frío que escapa del otro lado le eriza la piel. Frente a ella, un corredor angosto se pierde en la oscuridad. Avanza con un candelabro en mano, respirando el polvo de los años, hasta que comprende la magnitud de lo hallado: el pasadizo desemboca justo en la gran chimenea del salón principal, el corazón del palacio. En ese instante, un pequeño accidente lo cambia todo. El candelabro resbala de sus dedos y el sonido metálico retumba por todo el conducto. En el salón, Cruz, Alonso y Manuel interrumpen su discusión. El silencio se apodera de todos mientras miran la chimenea, desconcertados por el ruido. Ana contiene el aliento, inmóvil, consciente de que si alguien levanta la rejilla, su secreto —y quizá su vida— habrán terminado.

La tensión crece. Ana entiende que está a un paso de destapar el misterio que une su destino con el de los Luján. Pero también siente que hay ojos que la observan, que alguien más conoce la verdad y está dispuesto a todo para enterrarla de nuevo bajo piedra y ceniza.

En otra ala del palacio, Alonso, devastado por la ruina económica, toma la decisión más dolorosa: vender objetos de gran valor familiar. Cruz lo enfrenta con furia, viendo en ello no un sacrificio, sino una humillación. Para la marquesa, desprenderse de los símbolos de su linaje es una traición al honor de su apellido. Mientras tanto, Curro, incapaz de ignorar la curiosidad que lo consume, decide marcharse en busca de Ramona, la única persona que podría darle respuestas sobre la misteriosa habitación y sobre los secretos que Cruz se empeña en callar.

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La partida de Curro desata un nuevo enfrentamiento entre Cruz y Ana. La marquesa no soporta la complicidad e