SANTOS PELLICER, SOSPECHOSO PRINCIPAL DEL ROBO DE LAS RECETAS DE LOPE || CRÓNICAS #LaPromesa #series
🔥 La Promesa: “El eco de los pecados ocultos” 🔥
En el majestuoso palacio de Los Luján, las apariencias comienzan a resquebrajarse. Las sonrisas de etiqueta ya no logran disimular los secretos ni contener las sospechas. La marquesa Cruz, con su mirada helada y su instinto infalible, empieza finalmente a conectar los hilos de un misterio que durante años se le había escapado entre las sombras. Algo dentro de ella le grita que Ana Expósito, la esposa de su hijo Manuel, no es quien aparenta ser. Detrás de esa fachada de inocencia y respeto se esconde una historia mucho más profunda, un secreto que podría derrumbar los cimientos del palacio.
Mientras la tensión crece, Ana sigue consumida por un deseo irrefrenable: descubrir la verdad sobre su madre Dolores. Con el corazón acelerado y la mente llena de dudas, decide llevar a Curro, su hermano, hasta un rincón prohibido de la finca: la habitación secreta. Allí, el aire está impregnado de polvo y recuerdos; cada pared parece susurrar pecados antiguos. Con voz temblorosa, Ana confiesa que necesitaba mostrarle ese lugar, porque quizá, aunque él fuera solo un bebé cuando Dolores desapareció, su memoria podría guardar algún fragmento del pasado: un olor, una imagen, una sensación.
Curro la observa con ternura y desconcierto. No recuerda nada, pero algo en su interior se agita, una intuición que lo deja sin palabras. Ana, decidida, comprende que alguien más conoce la verdad: Ramona, la única testigo viva de aquellos hechos oscuros. Y con esa certeza, ambos hermanos deciden seguir el rastro de un pasado que amenaza con resurgir.

Mientras tanto, en otro punto del palacio, Rómulo Baeza, el mayordomo más fiel de los Luján, observa y calla. Siempre correcto, siempre atento, Rómulo guarda un diario secreto donde anota todo lo que ocurre en la Promesa: conversaciones, gestos, miradas que no encajan. Es él quien primero nota algo extraño en Ana: un gesto familiar, una mirada que le resulta inquietantemente conocida. Esa sensación lo lleva a recordar a una mujer del pasado… Dolores, la misma que alteró para siempre la vida del marqués Alonso. Cuanto más observa a Ana, más evidente le resulta el parecido. Y en su mente comienza a tomar forma una posibilidad que lo deja paralizado: ¿y si Ana fuera algo más que la esposa de Manuel? ¿Y si en su sangre corriera la misma herencia que un día intentaron borrar?
El dilema lo consume. Sabe que, si descubre la verdad, deberá elegir entre la lealtad al marqués o la protección de la joven. Y esa duda se convierte en un nuevo secreto que amenaza con arrastrarlo a él también.
En medio de tanta tensión, las cocinas de la Promesa ofrecen un respiro cómico, aunque teñido de drama. María Fernández, siempre fantasiosa y de buen corazón, escucha una historia contada por Candela sobre una joven poseída por un demonio y liberada mediante un exorcismo. Lo que comienza como una simple charla se convierte para María en una obsesión. Convencida de que sus sentimientos prohibidos hacia el padre Samuel son obra del mal, empieza a creer que está poseída. Reza, se persigna, purifica los utensilios de cocina… mientras sus compañeras la observan entre risas y preocupación. Lo que para los demás es una locura pasajera, para ella es una batalla espiritual contra un amor imposible.
La vida en la Promesa oscila así entre el misterio y la comedia, entre el pecado y la fe, entre lo oculto y lo que todos temen pronunciar.
Pero las verdaderas tormentas se gestan en los salones del poder. Cruz Luján intercepta un mensaje que Ana debía entregar de parte de Curro. En ese breve intercambio, la marquesa percibe algo que la perturba: demasiada complicidad entre ambos jóvenes, una conexión que traspasa los límites de lo familiar. Su intuición, afilada como un cuchillo, la lleva a atacar. Con su tono venenoso, le lanza a Ana una humillación cruel:
“Podrás ser la esposa de mi hijo, pero jamás formarás parte de mi familia.”
Ana contiene las lágrimas, pero dentro de Cruz algo más que el desprecio la mueve: el miedo. Porque si esa joven guarda algún vínculo con Dolores, la mujer que su esposo amó en secreto y cuya muerte manchó para siempre su conciencia, entonces todo lo que ha construido podría derrumbarse.
Y los indicios comienzan a alinearse: la amistad de Ana con Curro, las preguntas sobre Dolores, el nombre de Ramona que vuelve a aparecer… Las piezas encajan en un rompecabezas terrible. Cruz empieza a sospechar lo impensable: que Ana Expósito es en realidad Mariana, la hija de la sirvienta que ella misma mandó matar años atrás.
Un secreto así no solo destruiría a los Luján; los deshonraría para siempre.