ANDRÉS RECUPERA LA MEMORIA Y DESCUBRE LA VERDAD QUE MARÍA QUERÍAN OCULTAR EN SUEÑOS DE LIBERTAD

La noche era oscura y silenciosa, solo interrumpida por el suave murmullo del viento que pasaba a través de los árboles. Andrés se encontraba en su habitación, sentado en la cama, con la mente agitada. Había pasado semanas luchando con fragmentos de recuerdos que parecían escaparse de su mente, como sombras en la penumbra. La reciente llegada de María había reavivado viejos sentimientos, pero también había despertado un profundo sentido de desconfianza.

La lucha interna

Desde que María regresó a su vida, Andrés había sentido una mezcla de amor y traición. Las memorias de su pasado juntos eran dulces, pero también estaban manchadas por secretos que nunca había logrado entender completamente. “¿Qué me están ocultando?”, se preguntaba una y otra vez, sintiendo que había algo más profundo detrás de la sonrisa de María, algo que la mantenía alejada de la verdad.

Una noche, mientras revisaba viejas fotos en su teléfono, un destello de luz iluminó su mente. Una imagen de ellos dos juntos, felices, en un día soleado, lo golpeó con una oleada de nostalgia. Pero, al mismo tiempo, sintió una punzada de dolor. “¿Por qué no puedo recordar lo que pasó después?”

El momento revelador

Fue entonces cuando decidió buscar respuestas. Andrés se levantó decidido y salió de su casa, con la intención de encontrar a María. Necesitaba confrontarla, necesitaba saber la verdad. Mientras caminaba por las calles vacías, la lluvia comenzó a caer, como si el cielo compartiera su angustia.

Al llegar a la casa de María, sintió un nudo en el estómago. La puerta estaba entreabierta, y, a pesar de la oscuridad, pudo ver una luz tenue que provenía del interior. Con un golpe de valentía, tocó la puerta y entró sin esperar respuesta.

La confrontación

María estaba sentada en el sofá, con la mirada perdida en la distancia. Al verlo, su expresión cambió, y una mezcla de sorpresa y preocupación cruzó su rostro.

“Andrés, ¿qué haces aquí?”, preguntó, intentando ocultar su nerviosismo.

“Necesito hablar contigo. Hay cosas que no entiendo, cosas que me están atormentando”, respondió Andrés, sintiendo que la angustia se apoderaba de él.

María se levantó lentamente, su mirada evasiva. “No sé si es el momento adecuado para esto”, dijo, su voz temblando.

“No puedo seguir viviendo así. Siento que hay algo que me ocultan. ¿Qué pasó entre nosotros? ¿Por qué no puedo recordar?”, exigió Andrés, sintiendo que la frustración lo consumía.

La revelación de la verdad

María suspiró, como si llevara una carga pesada sobre sus hombros. “Andrés, hay cosas que son difíciles de explicar. Cosas que preferiría no recordar”, confesó, su voz llena de dolor.

“¿Por qué? ¿Qué es tan terrible que no puedes decirme?”, preguntó Andrés, sintiendo que la desesperación se apoderaba de él.

En ese momento, algo en su interior comenzó a cambiar. Una serie de imágenes comenzaron a inundar su mente: risas, abrazos, pero también gritos y lágrimas. “¡Espera! ¡Lo recuerdo!”, exclamó, sintiendo que el rompecabezas comenzaba a encajar.

“¿Qué recuerdas?”, preguntó María, su voz llena de ansiedad.

Andrés cerró los ojos, intentando aferrarse a esos fragmentos. “Una pelea… algo salió mal. ¿Te acuerdas de la noche en que todo cambió?”

El recuerdo doloroso

María palideció. “No deberías recordar eso. Fue un momento horrible, algo que tratamos de olvidar”, dijo, su voz quebrándose.

“Pero no puedo. Necesito saber qué pasó. ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste solo?”, insistió Andrés, sintiendo que la angustia se convertía en rabia.

María se acercó, sus ojos llenos de lágrimas. “No era solo mi decisión. Había circunstancias que no podías entender. Te protegí al alejarme de ti”, confesó, su voz llena de dolor.

“¿Protegerme de qué? ¡De mí mismo? ¡De la verdad!”, gritó Andrés, sintiendo que la frustración lo consumía.

La verdad oculta

Finalmente, María se sentó, su mirada fija en el suelo. “Hubo un accidente. Una noche, después de una fiesta, tuvimos una discusión. Tú estabas tan enojado… y luego… sucedió algo que cambió nuestras vidas para siempre”, dijo, su voz apenas un susurro.

Andrés sintió que su corazón se detenía. “¿Qué pasó? ¡Dímelo!”, exigió, sintiendo que la ira y el miedo se entrelazaban.

“Te lastimaste en un accidente de coche. Yo estaba contigo, pero estaba tan asustada que no supe cómo reaccionar. Cuando despertaste, no recordabas nada. Decidí alejarme para que no tuvieras que cargar con el peso de lo que había pasado”, confesó María, las lágrimas corriendo por su rostro.

La revelación devastadora

Andrés se quedó en silencio, asimilando la información. “¿Así que me dejaste porque pensabas que era lo mejor? ¡Eso no es protección, María! ¡Es traición!”, gritó, sintie

ndo que el dolor se transformaba en rabia.

María se acercó, suplicante. “No era así. Yo también sufrí. No quería que recordaras el dolor. Quería que fueras feliz, que tuvieras una vida normal”, dijo, su voz llena de desesperación.

Andrés sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. “¿Y qué hay de mí? ¿Qué hay de mis recuerdos, de mis sentimientos? Me dejaste en la oscuridad, y ahora tengo que cargar con esto solo”, dijo, sintiendo que la angustia lo consumía.

La lucha por la ver