THE PROMISE…ENORA MUST CHOOSE BETWEEN LOVE AND JUSTICE!

pasado amenazan con destruir La Promesa” 

Amigos, agárrense fuerte, porque lo que está por suceder en La Promesa cambiará el destino de todos los que habitan ese palacio maldito. Lo que parecía un nuevo comienzo se convierte en una pesadilla tejida con mentiras, traiciones y secretos del pasado que regresan para exigir su precio. Las campanas de boda de Enora deberían haber sonado como símbolo de amor eterno, pero en lugar de alegría, traen consigo el eco de una tragedia que renace. Todo comienza con una llamada. Una voz distorsionada, casi irreconocible, atraviesa la línea telefónica para pronunciar una sola palabra: un nombre prohibido, uno que Enora creía enterrado para siempre. En un instante, su mundo se detiene. El pasado que tanto se esforzó por olvidar vuelve con fuerza, sembrando el miedo y la duda. Esa llamada se convierte en el inicio de una cadena de revelaciones que podrían derrumbar no solo su matrimonio con Toño, sino toda la red de mentiras que envuelve a La Promesa.

Mientras Enora lucha contra sus propios fantasmas, en los oscuros pasillos del palacio se libra otra batalla. En la alcoba de Leocadia, un enfrentamiento silencioso entre la astucia y la verdad llega a su punto más peligroso. Curro, cansado de ocultar lo que sabe, decide confiar en Leocadia. No por lealtad, sino porque ambos comparten un enemigo común: aquellos que han manipulado la verdad y el poder desde las sombras. “No la robé”, declara con firmeza, sosteniendo en su mano el broche de zafiros que todos creían perdido. Explica que esa joya no se extravió, sino que fue arrancada de las manos de Hann la noche en que fue asesinada.

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Leocadia queda helada. Sus recuerdos la llevan a aquella noche fatídica, al caos, a las órdenes susurradas para encubrir la verdad. Cuando pregunta por qué el broche apareció en sus aposentos, la respuesta de Curro la deja sin aliento: “Porque alguien sabía que nadie sospecharía de usted. Alguien lo escondió aquí… alguien que quería tenerlo cerca, pero no demasiado. Alguien como don Lorenzo”. El nombre flota en el aire como una sentencia. Y en ese instante, Leocadia recuerda la crueldad, la ambición y las manipulaciones de Lorenzo, comprendiendo que quizá el joven no se equivoca.

Con un gesto rápido, Curro revela lo que el broche escondía: un pequeño compartimento secreto. Dentro, un trozo de papel de seda guarda un negativo fotográfico. Esa imagen, aún sin revelar, promete ser la clave que puede derrumbar el imperio de mentiras que Lorenzo ha construido. Leocadia comprende que ha llegado la hora de actuar, y así, sin necesidad de palabras, una alianza inesperada nace entre ellos: la búsqueda de justicia los une, aunque ambos saben que están desafiando a una bestia poderosa.

Mientras tanto, en un lugar apartado, otro drama se desarrolla. Vera, atrapada en una finca aislada, enfrenta al Duque de Carril, un hombre de mirada fría y sonrisa vacía. La habitación donde la recibe es lujosa, pero se siente como una prisión dorada. Ella mantiene la calma. No ha venido a suplicar, sino a recuperar lo que le pertenece: un libro de contabilidad que prueba los crímenes del Duque y que podría limpiar el nombre de su familia. Sabe que su hermano Federico la ha traicionado, entregándola al enemigo a cambio de librarse de sus deudas. Pero Vera no se rinde. Antes de partir, deja un mensaje para López: una palabra, “peligro”, y la dirección exacta de la finca. Su esperanza es que él lo entienda.

Y López lo entiende. Movido por el amor y el miedo, convence a Teresa de que no pueden quedarse esperando. A medianoche, parten a caballo bajo la tormenta, siguiendo la intuición que los guía hacia Vera. No tienen un plan, solo la certeza de que deben salvarla antes de que sea demasiado tarde.

Mientras ellos cabalgan, Manuel lucha contra los cielos en una carrera contrarreloj. En Sevilla recibe un pequeño cofre de su amigo médico: contiene una dosis experimental de antitoxina, la única esperanza para salvar a Petra, que se debate entre la vida y la muerte. El doctor advierte: “Demasiado poco no servirá, demasiado podría matarla”. Manuel no tiene tiempo que perder. Vuelve a su avión y despega hacia La Promesa mientras el cielo se oscurece y la tormenta arrecia. Cada segundo cuenta.

De regreso en el palacio, la tensión es insoportable. El doctor de la Cerna sale de la habitación de Petra con el rostro hundido. “Lo siento. Hemos hecho todo lo posible. Es cuestión de horas… quizá menos”. El pasillo entero se llena de lágrimas. La marquesa Cruz, por primera vez, parece vulnerable. Pía, con el corazón ardiendo, decide quedarse. No puede abandonar a su familia en ese momento.

En medio del luto inminente, Martina reúne el coraje que le faltó durante meses y se enfrenta a Jacobo. “Vete de La Promesa y no vuelvas nunca”, le ordena. Él intenta resistir, pero los rostros fríos que lo observan le dejan claro que ha sido derrotado. Sale del palacio, humillado y solo. Adriano se acerca a Martina y, sin palabras, le toma la mano. Su gesto lo dice todo: la libertad tiene un precio, pero también trae consuelo.

Y entonces, el rugido de un motor corta el silencio. Todos corren hacia las ventanas: una avioneta lucha contra la tormenta, descendiendo entre rayos y viento. Es Manuel. Llega empapado, con el barro cubriéndole los pies, pero con la caja de madera intacta. “¡El suero!” grita, abriéndose paso hasta la habitación de Petra. El doctor prepara la inyección y la administra sin dudar. El silencio posterior es insoportable. Nada sucede. Los segundos se vuelven eternos. Manuel se sienta, destrozado, convencido de haber fallado. Pero entonces… un dedo se mueve. Petra respira. Sus párpados se abren lentamente y pronuncia su nombre. Las lágrimas de todos se mezclan con la lluvia que golpea las ventanas. La vida ha ganado, aunque solo por un hilo.

Horas más tarde, López y Teresa regresan a la finca con Vera sana y salva. El duque, furioso, ha perdido todo: el libro de contabilidad, la prueba de sus crímenes, está ahora en manos de Vera. Su valentía ha desatado una nueva esperanza. López y ella se miran y, sin palabras, comprenden que lo vivido los ha unido para siempre.

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Al amanecer, Curro y Leocadia revelan el negativo. En