Sueños de libertad Capítulo 415) Andrés, ¿por qué siempre visitas a Remedios sin mí?
La tarde caía lentamente sobre la ciudad, tiñendo los edificios y calles con tonos naranjas y dorados, mientras en el apartamento de Andrés, un silencio pesado llenaba cada rincón. Marta, con los brazos cruzados y la mirada fija en él, no podía contener más tiempo la inquietud que le había estado rondando durante semanas. Su respiración era contenida, pero firme, y cada palabra que estaba a punto de decir llevaba consigo la carga de emociones reprimidas: celos, preocupación y un deseo profundo de comprensión.
—Andrés… —comenzó Marta, con un hilo de voz que temblaba por la mezcla de enojo y dolor—. ¿Por qué siempre visitas a Remedios sin mí?
Andrés, sentado en la sala, parecía sorprendido por la intensidad de la pregunta, aunque no por el contenido. Sabía que Marta había estado guardando sentimientos de incertidumbre y sospecha, pero la forma directa y cargada de emoción con que ella lo confrontaba lo tomó por un momento fuera de guardia. Sus manos se entrelazaron nerviosamente sobre las rodillas, y por un instante, sus ojos se desviaron, buscando las palabras correctas que pudieran apaciguar la tormenta que él mismo había contribuido a crear.
—Marta… no es lo que piensas —dijo finalmente, intentando que su voz sonara calmada, aunque en el fondo estaba preocupado por la reacción de ella—. Mis visitas a Remedios no tienen nada que ver con ocultarte algo ni con hacerte sentir excluida.
Marta frunció el ceño, una mezcla de incredulidad y frustración cruzando su rostro. Sus ojos brillaban con un reflejo de lágrimas contenidas, y cada palabra que salía de su boca estaba cargada de tensión:
—Entonces, explícamelo, Andrés. Porque desde afuera parece que hay un secreto, un mundo del que yo estoy excluida. Siempre me preguntas cómo estoy, siempre quieres compartir todo conmigo, pero esto… esto no lo compartes. ¿Por qué?
Andrés suspiró, dejando que un momento de silencio hablara por él. La verdad era complicada, tejida con sentimientos encontrados y obligaciones que pocas veces había logrado explicar. La relación con Remedios no era simplemente una cuestión de cortesía: había historias, recuerdos y compromisos familiares que él sentía necesitaban atención, aunque había fallado al no incluir a Marta desde el principio.
—Marta, Remedios es la hija de Enriqueta —comenzó, con voz baja y serena—. Y mis visitas a ella… no eran para excluirte. Es algo que tenía que hacer, por respeto a nuestra historia, a lo que significa para mí y para su familia. No quería que sintieras que era un lugar donde no tenías cabida, pero… entiendo cómo se ve desde tu perspectiva.
Marta sintió una mezcla de alivio y tensión. Las palabras de Andrés eran sinceras, pero su corazón todavía dudaba. No era solo la frecuencia de las visitas, sino el hecho de que ella siempre se enteraba después, como si fuera un detalle menor, un aspecto de su vida que no necesitaba su presencia.
—Andrés, yo quiero confiar en ti —dijo, dejando escapar un suspiro que traía consigo semanas de ansiedad—. Pero cada vez que descubro algo después de que ya pasó… siento que estoy al margen, que no confías en mí lo suficiente para incluirme.
Andrés se levantó lentamente y caminó hacia ella. Su gesto no era de imposición, sino de acercamiento, de deseo de comprensión. Tomó sus manos entre las suyas y la miró a los ojos, con una sinceridad que buscaba romper cualquier muro de duda.
—Marta, quiero que estés conmigo en todo, en absolutamente todo —dijo, con voz firme—. Y si alguna vez sentiste que no te incluía, te pido perdón. No era mi intención. Solo pensaba que algunas cosas debía manejarlas de manera directa, sin complicarte con detalles que creía que no eran necesarios para ti. Pero veo ahora que eso solo ha creado distancia entre nosotros.
El rostro de Marta se suavizó ligeramente, aunque la tensión seguía presente. Sabía que las palabras eran importantes, pero también que necesitaba ver acciones concretas, gestos que confirmaran que realmente había un cambio y que A