Don Pedro manipula a Cristina y consigue su perdón – Sueños de Libertad

Sí, ¿cómo se encuentra?

El próximo capítulo nos regala una de esas escenas cargadas de emoción, donde el pasado, las culpas y los arrepentimientos salen a flote como heridas que nunca terminaron de cicatrizar. Todo comienza en la habitación de Don Pedro, quien, abatido por la enfermedad y el dolor, recibe una visita inesperada que ilumina su día gris. A pesar de su estado, intenta mostrarse cercano, agradecido y hasta cariñoso, confesando que la presencia de la visitante es lo único bueno que le ha sucedido en toda la jornada. Sus palabras suenan sinceras, casi desesperadas, como si aferrarse a esa compañía fuese lo único que lo mantiene con vida.

Ella, educada, se muestra algo incómoda. No quiere molestarlo ni causarle más fatiga, y hasta propone regresar en otro momento para dejarlo descansar. Pero Don Pedro insiste: le ruega que se quede, que se siente a su lado, porque su visita le devuelve algo de esperanza en medio de la oscuridad. Con un gesto de hospitalidad que apenas puede sostener, le ofrece una bebida, intentando aparentar normalidad, aunque pronto reconoce que no tiene fuerzas para más. La mujer, por su parte, rechaza con amabilidad, prefiriendo centrarse en la conversación.

Sueños De Libertad on X: "Resumen del último capítulo de #SueñosDeLibertad: Don  Pedro intenta conseguir el perdón de Cristina escribiéndole una carta. ✉️😬  ¡No te lo pierdas! 👇 https://t.co/EDarl0sQS0" / X

El tema pronto cambia y se adentra en terrenos delicados. Don Pedro, curioso y deseoso de mantenerse al tanto, pregunta cómo fue la reciente visita del gobernador civil a la fábrica. Ha escuchado comentarios positivos, rumores de que todo marcha bien, y busca confirmar esa esperanza. Ella le responde con la calma de quien quiere transmitir buenas noticias: efectivamente, las cosas avanzan. Don Pedro se emociona y confiesa que ha leído con atención la carta que le enviaron a través de Luz. Para él, que esa carta llegara y ahora tenerla enfrente, ya justifica el esfuerzo de escribirla.

Pero bajo la superficie de la conversación flota un peso mucho mayor: la necesidad de perdón. Don Pedro no lo esconde. Suplica, casi con lágrimas en los ojos, que lo perdonen, porque no puede morir con esa espina clavada en el corazón. Insiste en que todo lo que hizo, por más errores que haya cometido, fue siempre con la intención de proteger a su esposa y a su hija. Reconoce sus equivocaciones, pero pide que al menos comprendan que su motivación nunca fue egoísta, sino el amor torpe y mal gestionado por su familia.

La mujer, conmovida pero también cautelosa, le pide que no se fatigue, que no gaste sus últimas fuerzas en justificarse. Le recuerda que en su carta ya expuso claramente todo lo que necesitaba decir. Pero él, ansioso, busca confirmación: “¿Eso quiere decir que me perdonas?”. La tensión del momento se centra en esa pregunta, en esa necesidad desesperada de absolución antes de la muerte. Ella, con voz serena, responde que lo escrito era sincero, que cada palabra fue auténtica, desde la primera hasta la última. Don Pedro suspira, como si esas frases fueran el bálsamo que necesitaba para calmar su alma herida.

La conversación da un giro hacia uno de los grandes misterios que lo rodean: el paradero del padre natural de la mujer. Ella aprovecha el momento para preguntarle si realmente desconoce dónde se encuentra. Don Pedro, con gesto cansado, asegura que ojalá lo supiera, porque de ser así haría lo posible por reunirlo con ellas. Esa declaración busca transmitir sinceridad, pero la duda persiste. Ella no puede evitar desconfiar: no sería la primera vez que Don Pedro miente.

Él, tocado por la desconfianza, pregunta qué ganaría mintiendo en ese momento, cuando la muerte ya lo acecha y no tiene nada más que perder. Expone su vulnerabilidad: “Estoy a punto de morir, y no es fácil estar solo en la última hora”. La confesión es brutal y desarma cualquier coraza. Ya no habla como el hombre autoritario y orgulloso que siempre fue, sino como un ser humano frágil, consciente de que el final está cerca y de que lo que más teme no es la muerte, sino la soledad.

El peso de sus palabras abre un espacio para la reflexión. Él reconoce que ya es tarde para segundas oportunidades, que no puede borrar el daño causado, pero asegura haber aprendido de sus errores. Con voz entrecortada promete que no quiere irse de este mundo sin intentar resolver las cosas con ellas, sin recuperar, aunque sea al final, un poco de la familia que perdió por sus actos. Suplica tenerlas a las dos a su lado, a ella y a Irene, como último deseo.

Capítulo 397 de Sueños de libertad; 19 de septiembre: Cristina perdona a  Don Pedro mientras su estado de salud empeora

La visitante, conmovida, responde con honestidad. Le deja claro que no puede hablar en nombre de Irene, pues ella deberá decidir por sí misma si otorga o no su perdón. Pero por su parte, después de todo lo escuchado y de ver al hombre derrotado ante la muerte, decide concederle esa paz. Le dice que, al menos por ella, está perdonado. Don Pedro, emocionado, apenas puede contener el alivio. Da las gracias con un suspiro que encierra tanto dolor como gratitud. Es un instante de reconciliación que parecía imposible, un destello de redención en medio de la tragedia.

La escena cierra con un aire agridulce. Por un lado, Don Pedro consigue lo que tanto anhelaba: el perdón, aunque parcial, que le permite encarar sus últimos días con menos peso en el alma. Por otro, el misterio del padre biológico sigue sin resolverse, y las heridas del pasado aún están presentes, especialmente en Irene, que deberá decidir si sigue alimentando el rencor o si también concede la absolución.

Este episodio se convierte en un recordatorio poderoso de lo frágil que es la vida y de lo necesario que es perdonar antes de que sea demasiado tarde. El espectador queda atrapado en la emoción, preguntándose si la reconciliación llegará a completarse o si Don Pedro morirá sin haber recuperado del todo a las mujeres que marcaron su vida. La tensión emocional no se reduce, porque detrás de este perdón todavía quedan secretos, dudas y dolores que amenazan con resurgir en cualquier momento.

El próximo capítulo promete profundizar en estas heridas abiertas: ¿Irene se atreverá a perdonarlo también?, ¿o se llevará consigo el rencor hasta la tumba de Don Pedro? ¿Y qué pasará si, en sus últimos días, se descubre que todavía oculta alguna verdad? El tiempo corre, y el final del patriarca se acerca, pero aún queda por ver si muere en paz o atormentado por las consecuencias de su vida.