Sueños de Libertad Capítulo 399 (Don Pedro descubre la traición de María y rompe todas las alianzas)
Hola amigos, aquí continúa un adelanto todavía más largo y detallado de Sueños de Libertad
El próximo episodio de Sueños de Libertad se sumerge en un terreno mucho más oscuro y dramático, donde las tensiones contenidas durante años empiezan a explotar de manera inevitable. La atmósfera que recorre cada escena es pesada, casi asfixiante, cargada de secretos, traiciones y sentimientos reprimidos que amenazan con destruirlo todo. Este capítulo no solo revela verdades ocultas, sino que también pone a prueba la lealtad, el amor y la capacidad de perdón de los personajes.
La historia abre con Digna, quien tras años de silencio y miedo, decide finalmente dar un paso adelante. El peso que ha cargado durante tanto tiempo ya resulta insoportable. No puede seguir viviendo bajo la sombra amenazante de don Pedro ni continuar prisionera de un secreto que la consume. Cada palabra que prepara lleva consigo la fuerza de una liberación dolorosa, pero necesaria. Ella sabe que su confesión lo cambiará todo, pero aun así se arma de valor para enfrentarse directamente a Pedro, mirándolo a los ojos y rompiendo las cadenas que la han atado durante décadas.
El enfrentamiento es brutal desde el inicio. Don Pedro, con las manos temblorosas de ira, marca un número en su teléfono: llama a María, la esposa de Andrés, a quien acusa con frialdad de haberlo traicionado. María intenta defenderse, la voz le tiembla mientras suplica que la comprenda, pero Pedro no da tregua. Con sarcasmo, amenaza con llamar al Monseñor para iniciar la nulidad de su matrimonio, una advertencia que hiela la sangre. María, aterrada, suplica que no lo haga y asegura que siempre podrá contar con ella, pero Pedro corta su súplica con crueldad. Le recuerda que ya no hay tiempo para excusas ni engaños, y la humilla recordándole el dolor de la pérdida de su hijo. Esa herida abierta se convierte en un golpe devastador.

La tensión se corta con cuchillo cuando Pedro, cínico, asegura que no dudará en arruinarlo todo si es necesario, incluso si con ello debe aplastar a cualquiera que se interponga en su camino. Su rostro, al colgar la llamada, refleja una ira contenida, casi incontrolable.
En ese preciso instante aparece Digna, con paso firme, como si por fin hubiera decidido enfrentarse a su verdugo. Los ojos de Pedro la atraviesan con desprecio, y con palabras venenosas la acusa de haber conspirado junto a Damián y sus hijos para apartarlo de la empresa. Digna no niega nada; con voz serena admite que lo sabía. Esa sinceridad desarma aún más a Pedro, que estalla preguntándole si está feliz con la traición. Ella, con dignidad y una calma sorprendente, responde que no puede sentirse feliz siendo esclava de su propia vida.
Pedro intenta reafirmar su poder, convencido de que la situación pronto cambiará a su favor. Pero Digna lo enfrenta con una firmeza que lo desconcierta: revela que sus hijos dudaron antes de votar contra él porque temían las represalias hacia ella, pero fue ella misma quien los alentó a hacerlo. Con esa declaración, deja claro que no permitirá que ellos vivan bajo chantajes como ella lo ha hecho toda su vida. Las palabras de Digna resuenan como un eco doloroso en la sala, cargadas de verdad y liberación.
Herido en su orgullo, Pedro toma de nuevo el teléfono, dispuesto a usar el arma más letal: el secreto que durante años mantuvo bajo llave. Digna lo desafía de frente: “adelante, cuéntalo todo”. Pero Pedro, cruel, responde que dependerá de cómo lo trate a partir de ahora. Ella no tiembla y sentencia que eso es exactamente lo que él merece.
En ese punto, Pedro lanza la amenaza más despiadada: si la verdad sale a la luz, todos sabrán que Digna fue responsable de la muerte del hijo de Damián. Le advierte que Marta, Andrés y sobre todo Julia, su nieta, jamás volverán a mirarla de la misma forma. Pero Digna, agotada, lo enfrenta con valentía: “hazlo, quizás sea lo mejor, estoy cansada de vivir con esta culpa”. En ese momento no busca compasión, solo liberarse. Reconoce que con alguien tan cruel como Pedro ya no puede seguir adelante ni un día más.
La noche avanza y, consumida por la angustia, Digna decide reunir el coraje que le faltaba para enfrentarse al mayor dolor: contarle a Damián lo que realmente ocurrió. El ambiente es sombrío, apenas iluminado por una luz tenue cuando llega a su casa. Toca la puerta con manos temblorosas y, al abrir, lo primero que dice es un tímido “lo siento, sé que es muy tarde”. Damián, sorprendido, la invita a entrar. Ella, con el corazón en la garganta, confiesa que tiene algo muy importante que contarle.
Damián, con el gesto endurecido por la frustración, comenta que ese mismo día Pedro nombró a Tacio como nuevo director de la empresa. Sus palabras están impregnadas de amargura, pero lo que Digna está a punto de revelar es mucho más devastador. Entre sollozos, le confiesa que estuvo presente la noche en que murió su hijo. Narra que discutieron acaloradamente porque él quería llevarse a Julia a París en contra de su voluntad. La pelea se descontroló, él intentó agredirla y en medio de la tensión ocurrió la tragedia. Digna asegura que fue un accidente.
Con lágrimas incontenibles, relata cómo Pedro apareció después, le prohibió hablar y la convenció de callar, recordándole que si la verdad salía a la luz ella iría a prisión y Julia quedaría marcada para siempre. Pedro ocultó pruebas, transformó el hecho en un falso suicidio y desde entonces la mantuvo prisionera de ese secreto, manipulándola y chantajeándola sin piedad. “Este silencio me está matando”, le confiesa a Damián, “ya no puedo más, necesito liberarme”.
Damián escucha con el alma destrozada. Sus ojos reflejan incredulidad, rabia y un dolor inmenso. No comprende por qué Digna decide hablar ahora, después de tantos años. Ella suplica perdón una y otra vez, asegura que nunca quiso hacerle daño, que todo fue un infortunado accidente. Pero las palabras no logran calmar la furia de Damián. Con la voz rota y los ojos nublados, le grita que se vaya, que no quiere volver a verla nunca más.
Digna, entre lágrimas, pide una última oportunidad de ser perdonada, pero él, irremediable, cierra la puerta con un golpe que resuena como sentencia definitiva. Afuera, la noche la recibe con un frío penetrante, mientras camina sola bajo el peso insoportable de su confesión.

En el interior, Damián queda hundido, devastado, con la verdad martillándole el corazón. Todo su mundo se derrumba en un instante, y el dolor por lo revelado lo convierte en un hombre roto, incapaz de asimilar lo que acaba de escuchar. La confesión de Digna no solo destruye el vínculo entre ambos, sino que amenaza con resquebrajar los cimientos de toda la familia.
La gran incógnita queda en el aire: ¿podrá Damián algún día perdonar a Digna? ¿Utilizará Pedro este secreto como un arma para mantener el control y manipular a todos? ¿Qué sucederá cuando Julia descubra que su abuela fue responsable de la muerte de su padre?
El capítulo termina con un silencio estremecedor. Cada personaje enfrenta un destino incierto, lleno de dilemas morales y emociones intensas. Lo que está por venir promete elevar aún más la tensión, revelando verdades que nadie está preparado para escuchar y llevando a la historia hacia un terreno de consecuencias irreversibles.