Luz y Luis hablan sobre su crisis de matrimonio pero él le oculta la verdad – Sueños de Libertad

¿Te das cuenta de lo que nos está pasando?

La escena arranca con una confesión que duele más de lo que cualquiera de los dos protagonistas está dispuesto a reconocer en voz alta. Ella, con un suspiro cargado de nostalgia y tristeza, se atreve a decir lo que desde hace tiempo venía guardando: “¿Te das cuenta de lo que nos está pasando?”. Luis, confundido, responde con un seco “¿El qué?”. Pero la respuesta es clara y contundente: “Que no nos vemos”.

Las palabras caen como un jarro de agua fría. No se trata solo de una cuestión física, sino emocional. Aunque comparten la misma vida y el mismo espacio, la rutina ha levantado un muro invisible entre ellos. Y lo peor de todo, cuando logran verse, las conversaciones se reducen únicamente a hablar de trabajo: de la fábrica, de las obligaciones, de lo que falta y lo que sobra en ese mundo laboral que los consume poco a poco. La pareja que un día soñó con cambiar el mundo se encuentra atrapada en una monotonía que amenaza con quebrarlos.

Ella recuerda, con una mezcla de ternura y dolor, los primeros días de su relación. Esas noches interminables en las que se quedaban hablando hasta el amanecer, arreglando el mundo con palabras llenas de ilusión, soñando despiertos, imaginando juntos el futuro. En aquel entonces todo parecía posible. Sin embargo, lo que viven ahora no tiene nada que ver con esas promesas de juventud. Él mismo lo reconoce: “No era esto”.

Capítulo 239 de Sueños de libertad; 5 de febrero: Luz, decidida a dejar el  dispensario y a luchar por su amor por Luis

Entre risas tristes evocan los planes que se hicieron alguna vez. Luis soñaba con recorrer Francia en tren, pueblo por pueblo, descubriendo rincones escondidos y compartiendo cada experiencia con ella. Quería llevarla a conocer el Monte Saint-Michel, esa maravilla de piedra que parece emerger del mar como un castillo encantado. También hablaban de otra ciudad, la mítica ciudad de los piratas, cuyo nombre se les escapa en ese instante, aunque finalmente logran recordarlo: “Shamalo”. En esos sueños había aventura, descubrimiento, promesas de libertad y complicidad.

La realidad, sin embargo, es muy distinta. Lo más lejos que han llegado juntos es a Barcelona, y eso solo porque Luis debía asistir a un simposio. Allí, casi sin pensarlo, se casaron deprisa, sin detenerse en los detalles, convencidos de que lo importante era estar juntos. Ella todavía recuerda aquella boda como algo bonito, sencillo pero especial, aunque al compararlo con los sueños que compartieron, la sensación que queda es agridulce.

Entonces llega la frase que hiela el ambiente: “No nos engañemos”. No es un reproche directo, pero sí la constatación de que el matrimonio que construyeron ha perdido parte de su esencia. La pregunta inevitable surge: “¿Qué nos ha sucedido?”. Y la respuesta, tan dolorosa como honesta, es que la vida se les ha pasado por encima, arrollándolos con sus exigencias y sus prisas, mientras ellos lo permitían sin alzar la voz ni luchar contra la corriente.

Ella insiste en que además de obligaciones con los demás, con el trabajo, con la familia, con las responsabilidades, también tienen un deber consigo mismos como pareja. Pero admite con resignación que esos deberes pesan menos, que los dejan a un lado demasiado a menudo. La tristeza de esa confesión lo envuelve todo, como si ambos reconocieran que han dejado de ser la prioridad del otro.

Y aun así, en medio de tanta melancolía, surge una chispa de esperanza. Ella señala que, al menos, están hablando de ello. Que el hecho de poner sobre la mesa sus carencias y su dolor es ya un primer paso para tratar de cambiar algo. “Tal vez podamos hacer algo para tratar de cambiarlo, ¿no crees?”, dice con una voz cargada de ilusión contenida.

El silencio que sigue es pesado, pero no definitivo. Ambos parecen recordar quiénes eran cuando eran jóvenes, cuando ser “críos” significaba soñar sin miedo a las decepciones. En ese contraste entre lo que fueron y lo que son ahora se abre un espacio para la reflexión y, quizá, para la redención.

Este spoiler nos adelanta una trama íntima y profundamente humana: la lucha de una pareja contra la rutina que los devora. Nos muestra cómo los sueños compartidos, tan brillantes en los inicios, pueden desdibujarse con el paso del tiempo hasta quedar reducidos a simples recuerdos. Pero también nos enseña que no todo está perdido, que incluso en medio de la monotonía más sofocante puede nacer la posibilidad de reconstruir lo dañado.

La conversación revela con crudeza las dos caras del amor maduro. Por un lado, la decepción de constatar que la vida no se parece en nada a lo imaginado, que los viajes prometidos quedaron sin realizar y que los grandes planes se convirtieron en compromisos urgentes. Por otro lado, la oportunidad de reavivar la llama, de reconocer los errores y de buscar juntos un camino diferente.

Luis y ella son el reflejo de tantas parejas que, atrapadas en la rutina, olvidan lo esencial: el amor no se sostiene solo con promesas del pasado, sino con el esfuerzo diario por mantener vivos los sueños compartidos. La nostalgia que inunda sus palabras es también un recordatorio de lo que aún pueden recuperar si deciden luchar.

Avance del próximo capítulo de Sueños de libertad: Luis le pedirá a Luz que  se case con él

El spoiler deja en el aire preguntas cruciales: ¿serán capaces de retomar esos sueños olvidados y convertirlos en realidad? ¿O la rutina terminará por sepultar definitivamente lo que un día los unió? La tensión entre la resignación y la esperanza se convierte en el motor de una trama que promete momentos de gran intensidad emocional.

Lo cierto es que, al reconocer la tristeza que los invade, ya han dado un paso importante. Porque el silencio, la indiferencia, es lo que realmente mata una relación. Y en este caso, al hablar con honestidad, se abre la posibilidad de un cambio. El futuro no está escrito, y aunque la vida haya pasado por encima de ellos, todavía tienen la opción de detenerse, mirarse a los ojos y decidir si quieren reconstruir lo que una vez los hizo tan felices.

El eco final de la escena, con la evocación de cuando eran críos, es un recordatorio de que en el fondo siguen siendo los mismos, capaces de soñar y de amar. Solo necesitan volver a encontrarse en medio del ruido del mundo.