El combate más temido de Cruz será en THE PROMISE | PREVIAS DEL 6 AL 10 DE SEPTIEMBRE
Alla Promessa tutto precipita in una manciata di confessioni e ritorni
En La Promesa, los muros del palacio se estremecen bajo el peso de secretos que ya no pueden seguir ocultos y de regresos inesperados que amenazan con romper el frágil equilibrio de poder. Lo que parecía una rutina marcada por intrigas y silencios se convierte en un torbellino de confesiones, traiciones y revelaciones que lo cambiarán todo.
Catalina, agotada por semanas de presión insoportable, decide dar un paso que sacudirá a toda su familia: confiesa con voz temblorosa que el verdadero padre del hijo que espera no es Pelaio, como todos creían, sino Adriano. Ese nombre, apenas pronunciado, cae como un trueno en el palacio Luján. La joven, empujada por la desesperación y el miedo, rompe con la mentira que le habían impuesto, revelando una verdad que amenaza con destruir el honor de la casa. Alonso, su padre, se queda petrificado, incapaz de aceptar lo que escucha. Entre la rabia y la incredulidad, le exige que diga toda la verdad de inmediato. Catalina, sin embargo, suplica tiempo, incapaz de enfrentarse al torbellino de consecuencias que desataría esa revelación completa.

A su lado, Manuel trata de protegerla. Pide a su padre que no insista, que piense en la salud de su hermana y en el riesgo que corre su embarazo. Pero Alonso, obsesionado con el honor familiar, no logra contener la furia: siente que su linaje está siendo arrastrado al escándalo, primero por la relación de Manuel con una sirvienta y ahora con Catalina encinta de un hombre que no es su prometido. En ese ambiente envenenado, la marcha de Alonso de la habitación no es un alivio, sino un eco doloroso que deja a su hija hecha pedazos.
En paralelo, Cruz enfrenta su propio derrumbe. La marchesa, acostumbrada a manipular cada detalle, se ve acorralada cuando salen a la luz unas invitaciones de compromiso nunca enviadas. El hallazgo, fruto de la osadía de María Fernández, llega directo a las manos de Alonso. El marqués, sorprendido, no puede ignorar la prueba tangible de la mentira. Por primera vez, la imagen intachable de Cruz empieza a resquebrajarse frente a su propio marido. Para ella, el golpe es devastador: todo su poder, construido en años de control y cálculo, amenaza con derrumbarse.
En este ambiente de tensión creciente, regresa Ana, pero ya no es la joven insegura que un día salió derrotada del palacio. Ahora vuelve transformada: fuerte, segura y dispuesta a desafiar a la marchesa de frente. Sus palabras son claras y contundentes: no permitirá que nadie decida por ella ni que se le impongan reglas que apaguen su libertad. Cruz intenta imponer su tono frío y autoritario, recordándole que en La Promesa todo se hace según sus órdenes, pero Ana se planta con firmeza. Ese choque deja claro que el tiempo de la sumisión ha terminado, y que la marchesa deberá enfrentar una nueva resistencia inesperada dentro de su propio terreno.
Mientras tanto, María Fernández vive una lucha de sentimientos contradictorios con el padre Samuel. Aquel beso robado ha encendido una llama difícil de apagar, aunque la distancia social y el peso de los votos del joven sacerdote levantan un muro entre ambos. La atracción crece, pero también los malentendidos y la confusión. Lejos de rendirse, la doncella se concentra en una misión arriesgada: con ayuda de Teresa, distrae a Petra para colarse en su despacho y recuperar un objeto crucial. Lo logra, y al mostrarlo a su amiga desvela un secreto que podría cambiar muchas cosas en el palacio: la prueba definitiva de que Cruz había manipulado los compromisos de la familia.
En la zona de servicio, la tensión no es menor. Vera, Teresa, Lope y Marcelo viven bajo la amenaza constante del duque de Carril, cuyo poder y crímenes aún pesan sobre ellos como una condena. Marcelo insiste en reunir pruebas sólidas para detenerlo; sin ellas, todo intento de denuncia sería inútil. El miedo convive con el coraje, y el grupo empieza a comprender que la única manera de sobrevivir es enfrentarse al peligro, aunque ello implique arriesgarlo todo.
Por otro lado, la situación de Curro y José Juan llega a un punto límite. Tras la confesión de Julia, que desvela el intento de asesinato contra Martina, Curro decide enfrentarse al hombre que tanto daño ha causado. El duelo verbal entre ambos está cargado de odio y amenazas, pero esta vez Curro no se deja intimidar. Con firmeza, le exige que abandone la Promesa, o lo entregará a la Guardia Civil. José Juan, altivo y desafiante, asegura que no hay pruebas. Sin embargo, la entrada de Julia lo cambia todo: ella se ofrece a testificar, dispuesta a contar lo que vio aquella noche. Atrapado sin salida, José Juan elige huir, dejando tras de sí un clima de miedo y desconfianza. Martina, al enterarse, revive el horror de aquel disparo que pudo haberle quitado la vida. Su pánico la lleva a plantear marcharse lejos, y Julia le propone refugiarse con su familia en Córdoba, como única manera de recuperar la paz.
El peso de los secretos no da tregua. Ricardo Pellicer, presionado por Pia, empieza a mostrar fisuras en sus mentiras. Durante años ha ocultado la verdad sobre la madre de Santos, pero su silencio ya no puede sostenerse. Atrapado entre el amor de Pia y la verdad que lo atormenta, finalmente admite lo impensable: su esposa sigue viva. La confesión abre una herida enorme en su matrimonio y cambia para siempre la relación con su hijo.
En medio de todo este torbellino, la amenaza de Cruz se vuelve más oscura. Para ella, la única manera de resolver el problema de Catalina es cruel y despiadada: provocar un accidente que haga perder al bebé, borrando así toda pregunta sobre su verdadero padre. Alonso, horrorizado, se enfrenta a su mujer con una dureza inédita: jamás permitirá un crimen semejante. El matrimonio, hasta entonces aliado en la obsesión por la reputación, se rompe en un choque feroz.

Los pasillos de La Promesa hierven de rumores, tensiones y miedos. Petra, humillada por los reproches de su señora, empieza a cuestionar su lealtad, mientras Santos alimenta esas dudas con veneno. Entre tanto, Marcelo y Teresa preparan una maleta en secreto: el plan de huida se convierte en la única salida ante la amenaza constante del duque.
Y cuando parece que nada más puede complicar la situación, una nueva sombra cruza los muros del palacio: Leocadia de Figueroa hace su entrada, una visitante inesperada y peligrosa que muchos creían enterrada en el pasado. Su regreso promete desencadenar un nuevo capítulo de intrigas y desgracias para Cruz y para toda la familia.
El palacio, una vez más, se convierte en escenario de revelaciones demoledoras, alianzas quebradas y enemigos que resurgen desde la oscuridad. La Promesa nunca había estado tan cerca de estallar en pedazos, y cada personaje deberá decidir si se aferra al silencio o se enfrenta a la verdad, aunque eso signifique perderlo todo.